Carmelo López-Arias / Fundación Tierra Santa
En sus impresiones sobre Tierra Santa recogidas en La Nueva Jerusalén, G.K. Chesterton reprocha aquellos miopes juicios críticos sobre el arte religioso del lugar que los consideran «abigarrado y grotesco» con su abundancia de «oro falso, colores estridentes, cuentos fantásticos y tumulto febril». Y les recuerda que la caótica superposición de estilos que caracteriza los monumentos de la Ciudad Santa, y en general todos los Santos Lugares, es la huella de una historia bimilenaria en la que solo hay una constante: la fe constante de los cristianos, quienes, «salvo por pocos años después de Constantino y otros pocos después de la Primera Cruzada, prácticamente siempre han sido perseguidos«.
El caso es que infinidad de artistas, ignotos o conocidos, han querido dejar su huella en Tierra Santa, huella que es posible encontrar en prácticamente cualquier rincón. Como la pequeña capilla de la iglesia de la Visitación, en Ein Karem, donde la Virgen María acudió a ayudar a su prima Isabel en su embarazo.
El templo, atendido por los franciscanos de la Custodia, empezó a construirse en 1938 y, tras el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, fue terminado en 1950. El arquitecto responsable del proyecto fue Antonio Barluzzi (1884-1960), quien entre 1912 y 1955 proyectó y restauró 24 iglesias y otros edificios, entre ellos las basílicas de Getsemaní, del monte Tabor o de las Bienaventuranzas. «Antes de Barluzzi, los proyectistas se inspiraban en formas neogóticas. Barluzzi no quería repetir palabras ya dichas. Era un verdadero creyente dotado de espíritu religioso. Dedicado toda su vida a una visión austera, quiso traducir su fe profunda en una arquitectura capaz de involucrar a los fieles», dijo el custodio de Tierra Santa, Francesco Patton, con motivo de una exposición en los Museos Vaticanos sobre artistas italianos que han dejado allí lo mejor de sí mismo.
En la iglesia de la Visitación el altar lateral consagrado a San Juan Bautista incluye unas originales sacras de base de arcillas y cerámica vitrada que forman un único cuerpo con él: «Supongo que se hicieron en Italia y se instalaron en algún momento de los años 40. Es bonito ver que han permanecido intactas», señala John Paul Sonnen, profesor de historia y tour-operador en la región, en referencia a que son objetos litúrgicos correspondientes a la misa tradicional, que no se utilizan en la liturgia postconciliar.
Las sacras son tres cuadros normalmente móviles que se colocan al principio de la misa sobre el altar, uno en el centro (con las palabras de la consagración) y dos a los lados, y se retiran al final, para facilitar que el sacerdote pueda leer algunas oraciones en una forma más cómoda que en el misal, y el Último Evangelio (inicio del Evangelio de San Juan) tras el Ite, Missa est y la bendición.
Algunos altares clásicos las incluyen en su estructura fija, pero lo que caracteriza las sacras de la iglesia de la Visitación es su tamaño, su valía artística moderna y la importancia que adquieren en el conjunto del monumento.