Fray John Kwasi Bomah nunca pensó cuando salió de su Ghana natal siguiendo la llamada de imitar a San Francisco de Asís que algún día sería un hermano franciscano en la Custodia de Tierra Santa y además el primer sacristán de la basílica de la Anunciación en Nazaret.
Tras treinta años sirviendo en Tierra Santa, este franciscano de 58 años habla de un franciscanismo vivo que percibe en las comunidades en las que sirve y en los peregrinos que cada año llegan a la tierra de Jesús.
En una entrevista en la web de la Custodia, fray John Kwasi asegura que su vocación surgió cuando “empecé a observar el trabajo de los franciscanos conventuales en mi tierra. Observándolos, ya empecé a pensar que podía ser algo en lo que podía encontrarme yo mismo”.
Tras este primer encuentro –relata- este ghanés comenzó a leer las fuentes franciscanas. “Me sentí llamado por la historia de San Francisco, por su manera de dejar todo y vivir inspirado en el Santo Evangelio que le cambió la vida: como él, yo también lo quería. Partimos dos, yo y fray Gabriel, que ahora vive en Chipre, y después de nosotros el obispo de mi diócesis de origen empezó a enviar todos los años a dos jóvenes para que conocieran mejor el franciscanismo que se vive en la Custodia. En este momento somos diez los que hemos seguido el camino franciscano”, relata.
No es sacerdote, sino que en la orden vio que su “segunda vocación” fue la de servir como “hermano laico”, y explica que “para mí fue una elección natural, nacida del servicio que ya había llevado a cabo en una casa de Ghana, donde vivían sacerdotes y el obispo”.
Fray John Kwasi Bomah hizo el aspirantado y el postulantado en Roma, en el colegio de Tierra Santa en Casalotti. El noviciado lo realizó en Egipto, en Alejandría, en 1988. Después de la profesión simple estuvo en El Cairo durante tres meses para luego trasladarse a Belén en 1989. En 1992, tras la profesión, fue enviado a Ein Karem y después de tres años al Santo Sepulcro donde sirvió como sacristán durante 12 años. En 2007 fue destinado a Belén durante nueve años y desde 2016 está en Nazaret.
Su vida franciscana está íntimamente unida a la sacristía, donde fue asignado desde el principio. “Pero mi servicio no está relacionado solo con las celebraciones litúrgicas, sino también con la acogida a los peregrinos, a quienes soy especialmente sensible”, señala
Tal y como explica fray John “es necesario prestar mucha atención a la acogida de los peregrinos. Cuando en el Santo Sepulcro o en Belén los peregrinos me pedían quedarse a pasar la noche, siempre notaba una gran emoción, siempre había alguno que se conmovía. En concreto, en Belén vi a muchas personas llorar de emoción cuando se daban cuenta de que podían rezar y meditar en el lugar donde nació Jesús”.
“Lamentablemente, también es normal que no podamos dedicarnos a todos los peregrinos con la misma intensidad, porque todos los días llegan muchos. Sin embargo, creo que nuestro compromiso debe ser intentar dejar recuerdos positivos, porque los peregrinos vienen a recorrer los lugares que Jesús recorrió”, añade.
Pese a tanta actividad y tiempo dedicado a los peregrinos, este hermano franciscano asegura que encuentra tiempo para rezar. Cree que “a pesar de los diferentes ritmos que he vivido, sobre todo en el Sepulcro, he entendido lo necesario que es reservar tiempo para la oración y en esto ayuda la liturgia de las horas, porque apoya la oración personal y permite fijar algunos momentos dentro de la jornada para dedicarlos a la Palabra de Dios”.
Poder tener esta vida espiritual en Tierra Santa es todo un regalo. De este modo, considera que “con mi vida estoy experimentando que es cierto que quien sigue al Señor tiene más paz en su corazón. Servir al Señor me hace sentir en paz y estoy convencido de que este es mi sitio. Vivir en estos lugares me ha ayudado y me ayuda a crecer espiritualmente y a buscar constantemente la gracia y la voluntad del Señor. Por supuesto, la apertura del corazón es fundamental para mantenerse a la escucha, y puedo dar testimonio de ello sobre todo tras haber vivido los acontecimientos desagradables que han golpeado a esta tierra en los últimos 30 años, pero la gracia supera todo”.
Además, confiesa que una de las cosas que más le ha impresionado en esta etapa de su vida son “las historias de los peregrinos que llegan de todo el mundo y todos los días tienen lugar encuentros diferentes. Por ejemplo, cuando estaba en el Santo Sepulcro algunos me pedían el aceite de las lámparas y después, desde Japón a Ghana, varios me han contado verdaderos milagros que les habían sucedido después de recibirlo, dones obtenidos gracias a la constante oración”.
¿Qué es para ti la Tierra Santa? Ante esta pregunta, fray John Kwasi Bomah afirma que “es el lugar bendecido por Jesús, donde Él nació, vivió y murió. Para mí es una gracia vivir aquí porque todo el recorrido de la vida de Jesús tuvo lugar aquí. Yo nunca imaginé poder encontrarme aquí. Desde pequeño, los nombres de estas localidades ligados a la historia de Jesús me eran familiares, pero estar aquí es realmente una gracia especial”.