La tradicional procesión de la Virgen del Carmen en Haifa, ciudad portuaria al norte de Israel, hubo de modificar su recorrido y la forma de su traslado por las restricciones sanitarias, pero no faltó a su cita con sus devotos. Subida en una furgoneta, visitó los barrios cristianos en una comitiva que encabezó el arzobispo Pier Battista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén.
«La Virgen está con nosotros», afirmó monseñor Pizzaballa, «no nos ha abandonado, como ninguna madre renunciaría nunca a su familia. Un día volveremos a acompañarla por las calles de la ciudad, porque estamos orgullosos de estar con ella«.
La tradición de esta procesión se remonta a 1919, cuando la imagen fue restituida a su lugar al finalizar la Primera Guerra Mundial, en signo de agradecimiento por haber protegido a la ciudad durante la contienda. Suele ser un momento en el que muchos fieles cumplen el voto de subir descalzos hasta el monasterio. Este años todas las peticiones fueron para que la Virgen del Carmen «traiga serenidad y alegría» a todas las familias y las libre de la pandemia.