Marie-Paul Farran nació en El Cairo (Egipto) en 1930, en una familia de origen italiano. Desde su juventud vivió la fe, y pronto decidió entregar su vida al Señor. Tras quedar cautivada por Tierra Santa en una peregrinación en 1953, ingresó en el Monasterio del Monte de los Olivos.
Durante los 64 años que pasó en el monasterio entre 1955 y su muerte en 2019, la hermana Marie-Paul se convirtió en una experta escritora de iconos. Hoy tiene una discípula y sus iconos, repartidos por todo el mundo, acercan a la fe a quienes los contemplan.
Ingresó como benedictina con 25 años
Con tan solo 25 años, Marie-Paul ingresó en el Monasterio del Monte de los Olivos de Israel, y seis años después hizo la profesión solemne de sus votos en la fiesta de la Asunción, el 15 de agosto de 1961.
El monasterio de Marie se encuentra ubicado en la parte árabe de Jerusalén, cerca de la cima del Monte de los Olivos, en el corazón de la antigua ciudad. Allí residía un pequeño grupo de monjas benedictinas de habla francesa que, como todas las comunidades seguidoras de la regla de San Benito, tenían voto de pobreza y vivían prácticamente sin ingresos.
Aprendiz de la escritura
En 1960, el hermano e iconógrafo Henry Cortá solicitó una estancia prolongada en el monasterio, y a cambio de ello ofreció un curso de iconografía a las hermanas benedictinas.
La hermana Marie-Paul fue una de las seleccionadas para aprender este complicado proceso (que en la tradición iconográfica se denomina escritura, más que pintura). El hermano Henry no solo le enseñó las técnicas de la escritura de iconos, sino también su significado y relación con las Escrituras.
Tuvo una revelación
Mientras rezaba, Marie-Paul se preguntó en qué consistiría el silencio de Dios del que hablaban los Padres del Desierto, y tuvo lo que consideró “una revelación”: “Escribir un icono me proporciona la presencia de Dios, estoy en Dios más allá de todo concepto humano, ahí encuentro el silencio en Dios”, relató.
La hermana pensó que si el Señor respondió su pregunta de este modo, solo podía significar que los iconos formaban parte de la misión que Dios tenía para ella.
La iglesia del Monasterio de la hermana Marie-Paul alberga algunos de sus iconos.
La palabra de Dios en color
Desde entonces, la escritura de iconos no solo fue la gran dedicación de Marie-Paul, también era su forma de transmitir la palabra de Dios.
Un reportaje sobre la hermana Marie-Paul de Christian Media Center, Iconos: palabra de Dios en color, detalla el proceso de la escritura de una de estas imágenes. “Se necesita al menos un mes de trabajo para un icono pequeño, dos o tres meses para los más grandes con muchos caracteres”, explica Sor Marie Benedicte, la sucesora de Marie-Paul.
Iconos: palabra de Dios en color», reportaje sobre Marie-Paul y su discípula.
Cientos de iconos
“La técnica implica varios pasos, por lo que a menudo se trabaja en varios iconos a la vez. Hay cientos de iconos creados por la hermana Marie-Paul a lo largo de décadas, y la iglesia anexa al convento conserva varios que representan episodios de la vida de Cristo, una auténtica transposición visual de la palabra de Dios”, relata Sor Marie-Benedicte.
Marie-Paul escribió los iconos acogiéndose al estilo bizantino, siguiendo los patrones y los colores antiguos. Además, recibía la ayuda de otras hermanas de su comunidad que colaboraban en aspectos menos técnicos, preparando paneles de madera y aplicando el pan de oro.
Una escuela milenaria
“El icono para ella y para todos es la palabra de Dios”, relata su discípula, la hermana Marie- Benedicte. “Cuando hablaba con los peregrinos sobre los iconos, no les mostraba `el mensaje del icono´, sino que mencionaba `la palabra de Dios´”.
Durante medio siglo, “la verdadera maestra” fue la hermana Marie-Paul. Entre el siglo V y el XV, los iconos fueron una práctica habitual en el arte cristiano. Sin embargo, esta tradición milenaria está resurgiendo en la época contemporánea: desde el ruso Grigori Zhuravliov a finales del siglo XIX hasta el sacerdote americano Jim Perkl en nuestros días, pasando por la hermana Marie-Paul y su discípula, Marie-Benedicte.
Escribió iconos hasta su muerte
Para Maria Benedicta “es una gran responsabilidad haber heredado su mensaje, pero lo he recibido como una gracia”, cuenta la hermana, que ahora es la escritora de iconos del convento desde la muerte de Marie-Paul. “Empezamos un icono juntas, y 15 días antes de su muerte, lo vio acabado. Era tan feliz de que pudiera terminarlo yo sola que antes de su muerte me dijo que ya se podía marchar en paz, y tenía la impresión de haber terminado su trabajo”.
Maria Benedicta muestra el taller donde trabaja cada día en los iconos, transmitiendo sus conocimientos a otras dos hermanas que trabajan en iconos de El buen pastor o Jesús con el apóstol Santo Tomás.
Recuperó la fe con los iconos
Años después de su muerte en 2019, la hermana Marie-Paul sigue llevando la palabra de Dios por el mundo a través de sus iconos. Es el caso de Inès Hennette, una joven estudiante de empresariales que decidió catalogar todos los iconos realizados por la hermana a lo largo de 50 años como trabajo de prácticas. Un “trabajo colosal” de más de 800 iconos repartidos por todo el mundo.
Inès creció en una familia católica pero desde su adolescencia abandonó la práctica religiosa. A día de hoy, no sabe rezar pero cada vez que ve uno de los iconos de Marie-Paul “piensa en el corazón que puso la hermana Marie-Paul al escribirlo”.
Desde entonces, “da gracias a Dios por las prácticas, por las personas que he conocido. Frases sencillas. Y luego, un Padre Nuestro”, cuenta Inès, que lleva de nuevo la medalla de bautismo y ha vuelto a la iglesia.
Éxito internacional
El trabajo de Marie-Paul es reconocido internacionalmente, y desde muy pronto recibieron pedidos de todos los orígenes y procedencias, desde casas caritativas, hasta familias, iglesias y universidades, pasando por católicos, griegos, malaquitas, católicos sitios… El convento puso en marcha un verdadero taller para satisfacer los abundantes pedidos que comenzaron a sostener económicamente a las hermanas.
Los iconos de Marie-Paul han dado la vuelta al mundo, y se exhiben en Tierra Santa, Francia, Canadá, Australia, China o Corea, además de Europa, Estados Unidos o Argelia. Entre los más famosos, se encuentran la Sagrada Familia, Cristo y San Juan o los peregrinos de Emaús
“Los iconos formaban su vida”
El portal benedictino especializado en arte e iconografía católica y principal distribuidor de los iconos de Marie-Paul, Printery House destacó tras su muerte que “fue una mujer verdaderamente santa, cuya escritura de iconos formaba su vida y alma. La belleza de sus iconos coincidía con la de su corazón”.