La realidad religiosa de Tierra Santa, cuna del cristianismo, es única. No sólo porque en un pequeño espacio de tierra vivan judíos y musulmanes junto a la ahora minoría cristiana, sino porque entre los cristianos se produce además una tremenda diversidad producida por los 2.000 años de una presencia ininterrumpida.
Católicos latinos, greco melquitas, maronitas, coptos católicos, siro católicos… aparecen sólo en el ámbito de la Iglesia Católica a lo que habría que unir a la también amplia variedad de la Iglesia ortodoxa y sus diferentes ramas.
Un hijo de esta realidad cristiana tan diversa es fraile Rami Asakrieh, franciscano y actual párroco latino de Belén. Su historia es de lo más llamativa puesto que este sacerdote católico nació en Jordania en el seno de una familia ortodoxa. Sin embargo, debido a la influencia de un colegio católico en su infancia y juventud acabó ingresando en la orden franciscana. Pero fue ordenado sacerdote según el rito melquita.
El párroco de Belén explica a Christian Media Center: «mi padre y mi madre son ortodoxos. La escuela latina con la iglesia parroquial estaban al lado de casa. Estudiaba allí e íbamos a misa todos los domingos. Crecimos a nivel de educación cristiana, asistiendo a la iglesia latina, pero nuestras celebraciones se han mantenido ortodoxas».
El padre Rami creció en la mentalidad de “vivir juntos”, y esto le marcó totalmente su desarrollo vocacional. «Elegí la Iglesia latina, pero soy ortodoxo. Por eso, llegado el momento de la ordenación sacerdotal, se te da a elegir: pasar definitivamente al rito latino o ser ‘birritual’, eligiendo un rito más cercano al tuyo. Y como yo era greco-ortodoxo, elegí el rito católico greco-melquita».
Esta curiosa realidad es parte de su día a día. Fray Rami Asakrieh habla de una “hermosa” historia: “mis primos eran los diáconos del nuevo obispo ortodoxo de Belén. Por eso él se siente parte de la familia, a pesar de ser ortodoxo. Algo histórico: lo invité a almorzar a nuestro convento, y comió con nosotros, con el obispo armenio. Mis hermanos estaban sorprendidos. ¿Cómo lo has hecho? Y les dije: para mí es normal, son como hermanos».
De este modo, recalca que «Dios no tiene límites, es infinito en sus formas de expresar el amor y los hombres también tienen su propia forma de expresar el amor por él y por los demás. Esto es en lo que tenemos que centrarnos: ¡las diferencias no son algo malo, son una riqueza!”.