El pasado domingo, la basílica de la Anunciación de María de Nazaret acogió la celebración de la solemnidad de la encarnación, presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, y este año celebrada tras la pascua al coincidir el 25 de marzo con el lunes santo.
A dicha celebración acudió la comunidad de franciscanos de Tierra Santa, acompañados de multitud de cristianos, religiosos, peregrinos y fieles locales para visitar el espacio donde tuvo lugar el encuentro entre el Arcángel Gabriel y la Virgen María.
Pizzaballa hizo su entrada solemne en la Basílica de la Anunciación acompañado de los scouts de Galilea, recibido previamente en los locales parroquiales por fray Ibrahim Sabbagh, párroco de Nazaret y sus consejeros.
A continuación, el largo cortejo se dirigió a la basílica, donde el Patriarca, su vicario monseñor Rafic Nahra, monseñor Adolfo Tito Yllana, nuncio apostólico en Israel y una delegación del Patriarcado Latino compuesta por varios seminaristas y algunos sacerdotes, fueron recibidos por una delegación de franciscanos encabezada por fray Wojciech Bołoz, guardián y rector de la basílica de la Anunciación y santuario de la Sagrada Familia de Nazaret.
Ejemplo de «confianza ilimitada»
Ya desde el comienzo de la celebración, Pizzaballa explicaba lo sorpresivo de que «en el mismo día se uniesen dos hechos principales de la historia de la salvación», como son la encarnación y la resurrección».
Con la Pascua Jesús, dijo el Patriarca, «completará la obra iniciada con el `sí´ de María: un `sí´ a la fe y a la confianza incluso en lo que parece humanamente imposible, un `sí´ a la escucha, a pesar de la turbación, un `sí´ a la vida. Son pautas importantes para la vida, sobre todo en esta época en que la confianza es una de las principales víctimas de esta guerra. María nos enseña a decir `sí´ con una confianza ilimitada en lo que está por venir, porque confía en Dios».
Como señala la Custodia de Tierra Santa, la solemnidad de la Anunciación de María incluyó la procesión final en el interior de la basílica superior, “Memoria de la Encarnación de la Palabra de Dios”, en la que se leyeron tres pasajes de los evangelios vinculados al misterio de la encarnación en dirección norte, oeste y sur, seguidos del rezo del Ángelus.
Finalmente, el Patriarca impartió la bendición apostólica con la indulgencia plenaria concedida por el papa Francisco con motivo de la fiesta.
Pizzaballa, presidiendo la celebración de la solemnidad de la Anunciación de María.
«Sin la Encarnación no hay Resurrección, subrayó fray Wojciech al final de la celebración. Las dos fiestas están unidas en el Misterio de Cristo: la historia de la salvación, que termina en el sepulcro vacío, comienza precisamente aquí. Y recordemos las palabras de Jesús resucitado que dice a los apóstoles “¡Volved a Galilea! ¡Allí me encontraréis!: significa volver a los orígenes, recomenzar desde el inicio, y significa también volver aquí, y desde aquí recorrer la historia de la salvación, para comprenderla cada vez mejor».
«Vivir siguiendo los mandamientos»
Al final de la celebración, el guardián y rector de la basílica de la Anunciación se encomendó a Dios y su Palabra y llamó a «seguirlo y confiar nuestra vida en sus manos siguiendo el ejemplo de María», en un contexto que «no es muy fácil.
«Intentamos hacer lo mismo, confiando nuestra vida: Vivir día tras día siguiendo sus mandamientos y no prestar mucha atención a lo que sucede alrededor, aunque sean momentos difíciles. A veces vivimos momentos de peligro, a veces momentos de desgracia, pero vivimos en la esperanza de la vida que Dios nos ha dado y protege a quienes lo han elegido», agregó fray Wojciech.
Semejante referencia a la guerra y la fe hizo Pizzaballa, quien relacionó la fiesta de la encarnación con la de la resurrección, pues «el sí de María dicho con confianza intrépida a Dios Padre a través del arcángel nos dice que especialmente en este tiempo horrible de guerra, desconfianza y miedo no debemos tener miedo porque nada es imposible para Dios, como dijo el Ángel a la Virgen».
Para muchos peregrinos y cristianos locales, se trata de una de las celebraciones de mayor importancia en Tierra Santa. Nisrine Naser Joubran, voluntaria en la basílica, inunda con su música un lugar donde, asegura, los peregrinos pueden sentir la presencia de la Virgen.
«Cada vez que vengo siento que es la primera vez. Pido su bendición y que a través de mi voz, la Virgen, junto con los ángeles, puedan alcanzar, liberar y sanar los corazones de todos aquellos que visitan este lugar pidiendo una gracia. Siempre siento y experimento que hay muchas personas cuyos corazones aquí son tocados por Dios y la Virgen. Esto les cambia la vida. Todo esto es un regalo y una bendición de María«, declara a Christian Media Center.