Las autoridades católicas, greco-ortodoxas y armenias del Santo Sepulcro y de Jerusalén se reunieron alrededor de la Tumba de Cristo el 30 de agosto para elegir el nuevo suelo que se quiere instalar. Y la tarea no es sencilla.
Muchos ven ya como un signo maravilloso que tras siglos de desencuentros, las tres iglesias se pusieran de acuerdo para emprender serias obras de mejoras en el lugar, un edificio del siglo IV, con columnas romanas anteriores, del emperador Adriano, añadidos de los cruzados, y construido sobre una cantera abandonada del siglo I que en época de Jesús se usaba para excavar sepulcros en la roca (como el de Jesús).
Muchas piedras del suelo antiguo se mantendrán, si están en buen estado y no amenazan con romperse. Pero la mayoría deben cambiarse. Y los criterios para elegir piedra son complejos:
– por un lado el color; los eclesiásticos están optando por un color rosado, más luminoso, en consonancia con el Edículo que ha sido restaurado y ha recuperado ese color; desaparecerá el suelo negro que generaciones de peregrinos han visto;
– debe parecerse en aspecto a las piedras antiguas, pero no tanto que se confundan;
– deben ser muy resistentes, soportar multitudes y los golpes de los bastones de los kawas o jenízaros que marcan el paso de las procesiones cristianas solemnes golpeando muy fuerte con sus bastones,
– debe resistir manchas de cera, aceite, residuos que puedan dejar turistas y peregrinos, y el detergente que se use para limpiar;
– y los colores deben mantenerse en la piedra, o de lo contrario unas zonas cambiarán de color mientras otras mantienen el anterior; a veces, la mera exposición al aire inicia cambios de color.
Los peregrinos que roban trozos de piedra
Por último, como avisó el Patriarca griego de Jerusalén, Teófilo III, hay peligro de que los peregrinos y otros curiosos traigan incluso herramientas para quitar fragmentos de suelo y piedra y llevárselos como reliquias. Debe ser un suelo resistente a todo esto.
A la reunión, además de Teófilo y sus monjes y kawas, acudió el Custodio franciscano de Tierra Santa, fray Francesco Patton; el gran sacristán armenio de Jerusalén, Sevan Gharibian; el franciscano polaco Dobromir Jasztal (canonista y coordinador de las obras) y el arquitecto responsable, Osama Hamdan.
Otro criterio importante, se confirmó, es que las piedras antiguas que puedan limpiarse y se consideren suficientemente resistentes se recolocarán en su posición original. Solo cuando no sea posible, se usarán piedras nuevas.
El trabajo empezó alrededor del edículo (en su parte norte). Además, historiadores y arqueólogos de La Sapienzia y de La Venaria Reale (dos universidades italianas) investigan los datos históricos que pueden obtener del suelo.
Según señala la web de la Custodia Franciscana, un religioso planteó la posibilidad de poner una punta de plástico a los bastones de los kawas, que con sus golpes dejan claras marcas en las piedras astilladas. Algunos (se entiende que greco-ortodoxos) se horrorizaron y dijeron que preferían quedarse sin procesiones con bastón antes que usar bastones silenciosos. Se decidió pedirles que simplemente no golpearan fuerte en la basílica.