Belén es una palabra hebrea que significa «casa del pan». Y para hacer honor a ese nombre, una panadería de los misioneros salesianos lleva nada menos que 132 años trabajando «al servicio de la paz, el amor y el desarrollo» de las comunidades locales.
Hasta catorce formas diferentes de pan blanco e integral sirve Ibrahim cada día a sus vecinos cristianos y musulmanes. Muchos de ellos son personas necesitadas que compran el pan por su calidad y su preparación de manera natural, o bien lo adquieren gratis gracias a la generosidad de quienes se lo dejan pagado.
Panaderos llegados de Italia
«Este pan se llama hamam, que significa paloma por su forma. Aquí, en Belén, lo hemos hecho siempre nosotros», asegura Ibrahim a los medios salesianos mientras atiende a los clientes que llegan a la tienda. Su turno empezó a las diez de la noche y ha amasado pan toda la noche.
«Realizamos 14 formas diferentes de pan, pan blanco e integral, y todo con harina, sal, levadura y agua. Nunca ponemos azúcar, para que sea bueno para todos», continúa diciendo el panadero, que está orgulloso de su trabajo, aprendido de los panaderos llegados desde Italia a Belén hace más de un siglo.
Durante el Ramadán, la panadería siempre abre de madrugada para los musulmanes. Después, a partir de las seis de la mañana, llegan los cristianos. La panadería, que se sitúa en el cruce de la plaza Madbasseh y la calle Pablo VI, busca el desarrollo de la zona gracias al horno y a los talleres de la escuela profesional salesiana.
La historia del pan de Belén comienza en 1863, cuando el padre Antonio Belloni -misionero de Propaganda Fide y más tarde salesiano- fundó el primer orfanato de Tierra Santa. La panadería sirvió al principio para alimentar a los chicos huérfanos, que pronto llegaron a ser casi un centenar, y la harina era donada por algunos benefactores.
Su papel en las intifadas
Unos años más tarde, en 1891, se tomó la decisión de vender el pan al público. Desde entonces existen unas pequeñas tarjetas verdes que quien quiere deposita en el mostrador y que sirven como donativo para quienes reciben el pan sin tenerlo que pagar.
En tiempos especialmente difíciles como la primera y la segunda intifada, esta panadería jugó un papel importante y brindó un gran servicio a la gente. También ayudó a muchas familias pobres durante la primera y la segunda guerra en Iraq.
Más recientemente, desde el estallido de la pandemia, la panadería ha proporcionado pan, no solo a las familias más pobres, sino también a instituciones que ayudan a discapacitados y necesitan grandes cantidades de pan.
El pan de Belén se ha convertido en los últimos años en un símbolo del desarrollo para la plataforma de las 18 ongs italianas que trabajan en Palestina. Entre todas buscan poner en marcha pequeñas microempresas que ayuden a la población en medio de la grave crisis social y económica de la región.
Pequeñas empresas que dan empleo a casi 300 jóvenes y mujeres siguiendo un modelo que funciona desde hace más de cien años. La panadería salesiana logra cuadrar las cuentas cada mes y llevar, gracias a un poco de agua, harina y sal, la esperanza a los vecinos de la zona.