La Hora Santa de oración reparadora es una práctica de piedad muy arraigada en la Iglesia, y que tras unas décadas de relativo apagamiento está volviendo con fuerza. Se remonta a las apariciones de Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), cuando nació la devoción a su Sagrado Corazón, y está íntimamente relacionada con Tierra Santa, en particular con Getsemaní.
En efecto, Jesucristo le habló a la religiosa en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial de sus sufrimientos en Getsemaní: “Aquí es donde sufrí interiormente más que en todo el resto de mi pasión, al sentirme totalmente abandonado por el cielo y la tierra, cargado con todos los pecados de los hombres… Y para unirte a mí, en la humilde oración que presentarás a mi Padre en medio de todas las angustias, te levantarás entre las once y la medianoche para postrarte durante una hora, conmigo…”
Esa Hora Santa empezó a difundirse con tres pilares esenciales, recogidos en las memorias de la santa: la oración reparadora, la unión con Jesús sufriente y los gestos de humillación. En 1829 nació la Cofradía de la Hora Santa de Paray-le-Monial, a la que siguieron otras en todo el mundo, entre ellas la Cofradía de la Hora Santa de Getsemaní, instituida el 6 de abril de 1933 por disposición del Custodio de Tierra Santa, precisamente en el mismo lugar donde Jesús vivió aquella Hora “terrible y maravillosa”.
Ahora la fraternidad de Getsemaní ha visto por fin realizado el viejo proyecto de relanzar esta práctica a través de una página web: Hora Sancta (www.horasancta.org), disponible en cuatro idiomas: español, inglés, francés e italiano.
La finalidad es, por un lado, acudir «espiritualmente» al huerto donde Jesús sudó sangre al considerar su Pasión y Muerte, y preferido por él para orar con sus discípulos. Pero también ofrecer a los peregrinos en Tierra Santa la posibilidad de rezar físicamente en el mismo lugar, en la basílica de Getsemaní, con la correspondiente reserva.
«Cada primer jueves de mes, a las ocho y media de la tarde hay una procesión en torno al jardín sagrado y la celebración solemne de la Hora Santa», explica fray Benito José Choque, guardián de la fraternidad desde hace siete años: «Aquí Jesús realizó la oración más importante de su vida y aquí comenzó su Pasión». Precisamente en recuerdo de las gotas de sangre que derramó se mantiene como fiesta del santuario la solemnidad de la Preciosísima Sangre de Jesús, que se celebra el 1 de julio.
Fray Benito cuenta reciben tantas solicitudes que tienen que unir grupos para la Hora Santa: «Una de las cosas que más me conmueve es la comunión que se crea. Una vez vinieron un joven grupo italiano de Asís y un grupo de África. Uno de los recuerdos más bellos de la Tierra Santa para ellos fue vivir la Hora Santa en este entorno internacional, sentirse Iglesia. Es el Señor que une».
¿Cómo se hace una Hora Santa? El padre Choque recuerda a San Juan María Vianney (1786-1859): «Para mí este momento se parece a lo que decía el santo cura de Ars. Él pasaba mucho tiempo ante el Santísimo Sacramento y si alguien le preguntaba ‘¿qué te dice todo este tiempo?’, él respondía: ‘Nada. Él me mira y yo le miro’. Es lo que vivo, un encuentro personal con Él». Lo mismo opina fray Diego dalla Gassa, de la fraternidad de Getsemaní y responsable del eremitorio: «Es estar con Jesús. Responder a la invitación que Él hace, ‘quedaos aquí conmigo’. Yo entro en diálogo con Él y es como si Él me dijese: ‘Mira cuánto te he amado’. Es así como nacemos, cuando somos amados».
Según explican en Hora Sancta, ésta se hace «rezando vocal o mentalmente, sin necesidad de escoger una oración concreta», en el espíritu de compartir con Jesús ese momento: sufrir con Él, revivir su angustia, su combate, su lucha, su resistencia ante aquel amargo cáliz. Pero también «vivir con Él la alegría verdadera, la paz infinita que nace del abandono a la voluntad del Padre, en la certeza de su Amor por nosotros».
Una voluntaria que se enamoró de Getsemaní
En la estructuración material del sitio web ha colaborado una voluntaria italiana, la señora Manuela Brandini, que después de una peregrinación a Tierra Santa manifestó su disposición a ayudar a los franciscanos de Getsemaní. «Para mí la Hora Santa es el momento de oración más importante, en el que Jesús estuvo más cerca de nosotros. Desde que volví de Tierra Santa me comprometí a hacerla casi cada jueves. Me pongo delante de Él y me dejo calentar por sus rayos».
¿Por qué asistir a la experiencia de la oración de la Hora Santa en Getsemaní? Teresa Penta, que vive en el eremitorio de Getsemaní para prestar servicio a los peregrinos, lo sabe bien, según explica a Beatrice Guarrera: «Porque ‘el amor no es amado’, como decía San Francisco. Pocas personas rezan en serio y, por eso, si alguno siente su reclamo que dice ‘quedaos aquí conmigo, rezad conmigo’, es necesario que responda a esta llamada».