El obispo Luigi Negri aporta un fuerte argumento teológico y espiritual para peregrinar a Tierra Santa

Monseñor Luigi Negri se jubiló por edad el pasado mes de febrero.

Luigi Negri, arzobispo emérito de Ferrara-Comacchio (2012-2017), y antes de San Marino-Montefeltro (2005-2012), llevaba doce años sin visitar Tierra Santa. Lo hizo cuando fue consagrado obispo, y ha repetido a finales de junio al renunciar por razón de edad, a iniciativa de un grupo de amigos que le insistían en ello desde hacía tiempo: «Llegó el momento de decir que sí, y estoy contento», confiesa a La Nuova Bussola Quotidiana, porque lo considera la «culminación» de su episcopado.

Monseñor Negri, durante su peregrinación a Tierra Santa al concluir su etapa como obispo residente.

Vacuna contra la gnosis

¿Por qué? Porque el prelado italiano ha querido como obispo «defender intransigentemente el cristianismo como un acontecimiento», en vez de «reducirlo a un mensaje», lo cual «protestantizaría» a la Iglesia, porque un puro mensaje sería objeto de «contextualización» por parte de filósofos e intérpretes, y la fe se convertiría en una gnosis.

Para todo ello, peregrinar a Tierra Santa es la mejor vacuna, sostiene monseñor Negri: «Para salvar la fe del gnosticismo debemos volver a Tierra Santa, son las peregrinaciones las que hacen florecer una civilización». «La función histórica de Tierra Santa«, continúa, «es combatir esta lepra del cristianismo, la gnosis de un mensaje que sirva para dialogar con la mentalidad moderna».

Según el obispo Negri, al visitar Tierra Santa «no se visitan piedras muertas, sino que revivimos el hecho de Cristo, presente y ahora entre nosotros, volviéndonos a Él a través de los momentos históricos en los que ha participado».

Es el gran fruto espiritual para los peregrinos: «Mediante las peregrinaciones, el pueblo cristiano siente la necesidad de abrir su corazón a los orígenes y convertir en profundidad la banalidad de la vida cotidiana, encontrando así su verdadera dimensión, que es la de nuestra historia insertada en la historia de Cristo, su nacimiento, muerte y resurrección que un día también experimentaremos nosotros».

En Tierra Santa, además, percibimos con los sentidos las señales de ese acontecimiento que es Cristo: «Un acontecimiento sin signos no es un acontecimiento. La vida humana está marcada por signos distintos en función de las etapas de la vida. Si quitas esos signos, ¿qué queda de la vida? No tendría memoria ni identidad. No sabríamos quiénes somos. Por tanto, hablar de acontecimientos sin estos signos y señales es otra forma de reducir el Cristianismo a un mero mensaje. Insisto: Tierra Santa es un antídoto contra la reducción de la fe«.

 

El bien para la fe de peregrinar

Monseñor Negri añade una reflexión sobre las peregrinaciones: «Los hombres medievales peregrinaban para alimentar la fe. Es como tomar una bocanada de oxígeno, haciendo memoria del hecho y del método para que la vida florezca, lo cual no quita banalidad a lo cotidiano, pero lo sitúa en su perspectiva justa. Si quitásemos a la Edad Media las numerosas peregrinaciones del pueblo, olvidaríamos el corazón latiente de la más grande civilización cristiana, que nació estas peregrinaciones. Estas peregrinaciones permitían al pueblo de Dios seguir implicado en la vida cotidiana, pero con el corazón radicado en Cristo y proyectado hacia el fin último de la vida, que es el Paraíso. Por eso la Iglesia, en cuanto tiene algo de libertad (un ejemplo es Polonia, con la devoción a Nuestra Señora de Czestochowa) concreta una meta de peregrinación a un lugar donde sucede el acontecimiento de Dios, para que la Iglesia salga de lo cotidiano, lo cual no significa huir de ello, sino penetrar en ello en profundidad, transifgurándolo».

«Las peregrinaciones disminuye con la disminución de la fe», concluye monseñor Negri: «Por eso intervendré a menudo para recordar la necesidad de peregrinar para que la fe no muera y se renueve«.

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