Un reciente estudio sobre una cabeza de faraón descubierta en 1995 confirmaría la conquista y destrucción de la ciudad de Jasor por los israelitas, descrita en el libro de Josué (11, 10-14). Así lo explica María Ximena Rondón en Aciprensa, citando a los egiptólogos Dimitri Laboury y Simon Connor en el estudio «Objetos egipcios», recogido en el libro Hazor VII: Las excavaciones de 1990-2012, la edad de bronce, publicado en 2017 por la Sociedad de Exploración de Israel.
Jasor, en el norte de Israel, era en la época que recoge el libro de Josué (en torno a 1300 años antes de Cristo) la ciudad más importante del pueblo cananeo, y su rey, Iabín, estaba constituido como vasallo de Egipto. La Biblia dice que Josué, el sucesor de Moisés, «tomó Jasor y mató a su rey a espada. Jasor era antiguamente la capital de todos aquellos reinos. Pasó a cuchillo a todo ser viviente que había en ella, dando cumplimiento al anatema. No quedó alma viva y Jasor fue entregada a las llamas».
La cabeza del faraón fue descubierta en ese lugar por los arqueólogos en 1995 y reconstruida posteriormente. Según explica Owen Jarus en Live Science, “las características faciales representadas en la pieza de Jasor son típicas de la 5ª Dinastía (2465-2323 a.C.), aunque no parece posible determinar con certeza qué rey representa”.
Fue identificada «sin ninguna duda» como de un antiguo rey egipcio porque usa una pequeña peluca “coronada por un uraeus, la cobra solar que se eleva por encima de la frente del faraón en la antigua iconografía egipcia”.
En su análisis de la cabeza, Laboury (investigador de la Fundación Nacional Belga para la Investigación Científica) y Connor (conservador del Museo Egipcio de Turín) destacan que «la nariz está rota y la cabeza se separó del resto de la escultura antes de ser destrozada… La mayoría de los bordes rotos son afilados, lo que sugiere que fue rota cerca del lugar donde se encontró. El borde de la oreja derecha muestra fracturas meteorológicas, lo que sugiere múltiples fases de daño”.
La mutilación de las cabezas era una práctica usual de la época cuando se invadía una ciudad: “La historia de la estatua seguramente fue muy compleja y el reino de Jasor debió de estar ansioso por usar y exhibir un objeto prestigioso conectado con las imágenes reales egipcias… Debido a la ubicación de Jasor en el norte de Israel, el número de estatuas egipcias y fragmentos de estas que se han descubierto en lugar son sorprendentes” y “todas parecen haber sido deliberadamente reducidas a pedazos”.
El hecho narrado en el libro de Josué quedaría pues acreditado por esa destrucción sistemática de los objetos que los israelitas encontraron en Jasor, y que sus habitantes mostraban orgullosos como signo de su vinculación a Egipto.