Javier Lozano / Religión en Libertad
Francesco Voltaggio tiene 45 años, pero lleva ya 18 años como sacerdote misionero en Tierra Santa. Doctor en Sagrada Escritura y Arqueología Bíblica por el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén es desde 2007 rector del Seminario Internacional Misionero Redemptoris Mater de Galilea del Camino Neocatecumenal.
Aunque ya llegó como sacerdote a la tierra de Jesús, Francesco parecía elegido desde niño para acabar en Tierra Santa, pues su historia propia y la de su familia gira en buena parte alrededor de los santos lugares. Sus primeros recuerdos de la infancia son precisamente en Jerusalén, donde toda la familia peregrinó para agradecer a Dios que salvara el matrimonio de sus padres. Su hermano enfermo también fue curado allí así que cuando fue enviado por su obispo a estudiar a la ciudad santa parecía simplemente un paso más en su propia historia.
Enamorado de Cristo y de la Iglesia, el padre Francesco Voltaggio anuncia el Evangelio a tiempo y a destiempo sabiéndose un privilegiado de vivir y llevar esta palabra a través del Quinto Evangelio, la tierra que vio caminar y hacer milagros al propio Cristo.
El padre Francesco da un regalo al cardenal Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, durante su visita por el décimo aniversario de la erección del seminario de Galilea
En esta entrevista con Religión en Libertad, este misionero habla de su vocación, de cómo dejó a su novia para seguir la llamada a Cristo, de la historia de salvación en su familia, de su llegada a Tierra Santa, las particularidades y heridas de esta región y la forma en la que se habla de Dios a cristianos árabes, musulmanes y judíos:
-¿Cómo surgió su vocación al sacerdocio y este gran amor a Tierra Santa?
– Mi vocación está muy relacionada con Tierra Santa. Mi hermano sufría una enfermedad psiquiátrica. Entonces fue a Tierra Santa. Allá gracias a los santos lugares y a la palabra de sus catequistas vi ir a mi hermano muerto y volver resucitado gracias a la palabra de Jesucristo y a esta peregrinación. Esta era la segunda vez que el Señor nos salvó, porque ya lo había hecho con mi familia gracias a la Palabra.
Esto me abrió el corazón. Justamente el mismo año de la curación de mi hermano yo fui en peregrinación a la Jornada Mundial de la Juventud de Denver (EEUU) con el Papa San Juan Pablo II y esto me abrió el oído a la predicación, porque fue gracias a la Palabra que mi hermano fue curado.
Francesco fue ordenado sacerdote en el año 2000 en Roma por San Juan Pablo II
En ese momento yo tenía novia, llevaba con ella dos años y medio, pero en esta peregrinación que fue muy larga y con grandes momentos de silencio sentí que el Señor me llamaba con fuerza.
-¿Y cómo evolucionó este amor por la tierra de Jesús?
El amor a Tierra Santa lo tenía porque mis padres para celebrar el milagro de la salvación de su matrimonio, en la Iglesia gracias a Jesucristo y a través del Camino Neocatecumenal, quisieron hacer una peregrinación familiar muy larga a Tierra Santa. Yo tenía cuatro años y los primeros recuerdos que tengo son precisamente de Tierra Santa.
Ahí estaba la salvación de mis padres celebrada en Tierra santa, la curación de mi hermano… Así que siempre tuve un gran amor por esta tierra. Quería aprender hebreo y árabe pero nunca había pensado en ir como misionero. Después, el cardenal me envió a estudiar el doctorado a Tierra Santa sin yo haberlo pedido y sin haber contado nunca este sueño.
-¿Ha cambiado su percepción de Tierra Santa desde que llegó hace 18 años?
– Sí, ha cambiado mucho. No es que haya cambiado mi visión de Tierra Santa, sino que es ella la que te cambia. En dos sentidos, uno llega aquí y toca las heridas de la tierra, las del pueblo árabe y del pueblo judío, las heridas entre las iglesias. Está llena de heridas. No es fácil. Es providencial porque tenemos que tocar las heridas del otro para conocerlo.
El padre Voltaggio, rector del seminario, junto al primer sacerdote maronita ordenado en el Redemptoris Mater de Galilea
Me ha cambiado también porque he visto como con Jesucristo estas heridas están ya transfiguradas. Es una gracia inmensa estar en Tierra Santa, sobre todo en aspectos como tener contacto con los santos lugares. Son sitios heridos rodeados de una experiencia de división. Todos hacemos una experiencia muy fuerte. Pero estos lugares tienen una gran fuerza, una gracia especial.
Es una gracia porque uno se da cuenta de que esta Jerusalén que está herida es exactamente la Jerusalén salvada por Jesucristo. Uno se puede escandalizar yendo a Jerusalén, de hecho muchos lo hacen. El caos, tantas religiones, división… Pero hay que entender que nosotros somos Jerusalén, una ciudad herida con muchas contradicciones, pero esta es justamente la ciudad que Dios elige y salva, no una ciudad ideal.
-¿Cómo es la evangelización aquí?
– Se necesita evangelizar con mucha humildad. Intentando como dice San Pablo, hacerse “todo para todos”, especialmente sin tener miedo a las persecuciones, las dificultades… Tierra Santa es una gracia inmensa pero implica también cruces y persecuciones debido precisamente a esta realidad compleja.
No tenemos que tener miedo. Hay que amar de verdad a la gente. Yo lo he experimentado. Nosotros estamos allí para los árabes y pedimos a Dios amor especial para ellos, para su idioma, uno de los más difíciles. Y así amarlos de verdad. Cuando se sienten queridos acogen de verdad el Evangelio.
Claramente, ellos ya tienen una tradición secular de haber conservado la fe en un mundo musulmán antes, y ahora en un mundo judío. Pero necesitan también una renovación, como en toda la Iglesia. Muchas veces son cristianos de tradición, que se sienten muy cristianos, y que lo son, pero en gran medida esa fe tradicional no se corresponde con una fe profunda. Es una fe más identitaria. Y esto tienes que hacerlo con mucho respeto. No evangelizas a ateos o paganos sino a gente religiosa que te dice: ‘nosotros tenemos la sangre de Jesucristo’. Que es verdad. Hay que entender que ellos, como yo también, necesitamos una conversión constante y no solo una fe tradicional.
-¿Cómo es ese acercamiento con los judíos?
Lo mismo estamos experimentando con los judíos, en el sentido de que necesitan sentirse queridos, también ellos están heridos por la historia. La historia entre cristianos y judíos es una historia de heridas recíprocas. Pero cuando se sienten queridos tienen un deseo de conocer a los cristianos, no solo de ser reconocidos sino de conocer el cristianismo, a los cristianos. Yo he experimentado esto. No he experimentado rechazo de los judíos como no he sentido tampoco rechazo por parte de los árabes.
-¿Y con los musulmanes?
También con los musulmanes tenemos una relación, y con los drusos, una minoría de origen musulmán. Han venido a la Domus Galileae. Y también varios musulmanes. Cuando estaba en Jerusalén he tenido también relación con ellos, me han invitado a sus casas y mi experiencia es que cuando entramos con humildad podemos también testimoniar nuestra fe.
-¿Cómo se testimonia en estos casos el Evangelio?
– No tenemos que dialogar con el otro renunciando a nuestra identidad. Todo lo contrario. Testimoniamos nuestra fe y hemos visto que cuando hablamos de nuestra experiencia concreta, de nuestra vida, de cómo Dios nos ha iluminado y nos ha salvado de nuestros problemas concretos esto interesa mucho a los judíos y a los musulmanes, porque son personas como nosotros, con sus combates, sus luchas en el trabajo, con sus hijos, con enfermedades que no entienden…
Tenemos un lenguaje común. Tenemos que evangelizar desde la propia experiencia, desde el sufrimiento propio. Esto es para mí evangelizar con humildad, aunque yo muchas veces no sea humilde. Pero intento partir desde mi vida, más que desde discusiones teológicas. Se trata de testimoniar que en los sufrimientos comunes hay una esperanza. Que Dios se ha revelado, se hace presente como una luz en las tinieblas de estos sufrimientos.
-En esta evangelización hay cristianos que redescubren su fe pero, ¿se dan conversiones entre las otras religiones?
-Nosotros no hacemos proselitismo. En Israel hay leyes contra el proselitismo. Pero cualquier persona de cualquier religión, también agnósticos y ateos, si viene a mi casa a visitarnos, ya sea al seminario o a la Domus, tenemos toda la libertad de ofrecer nuestro testimonio si nos preguntan.
Francesco Voltaggio tiene publicados dos libros muy vinculados a Tierra Santa que puede adquirir AQUÍ
Tenemos que entender que si nosotros verdaderamente somos cristianos somos una luz, no por nuestros méritos sino porque Dios quiere manifestarse a través de nosotros a las personas con las que hablamos. Es un regalo testimoniar al Señor. Luego los caminos que tiene el Señor son ya cosas del Señor. Si Él quiere iluminar a algunos para abrazar al cristianismo es algo que dejamos al Espíritu Santo. Es quien toca los corazones…
-¿Qué aporta todavía hoy Tierra Santa a la Iglesia Católica y a los creyentes?
-Viajar a Tierra Santa es una de las cosas más maravillosas. Es fantástico ver que la fe es histórica, que allí están las huellas de nuestros padres del Antiguo Testamento, de Jesucristo, la Virgen, los apóstoles… La Iglesia para renovarse siempre tiene que volver allí, volver a las fuentes, de otra manera no puede renovarse.
Hoy hay una confusión entre algunos cristianos con cambiar la Tradición, y claro que la fe va actualizada a nuestro tiempo. Pero, ¿cómo se renueva la fe? No cambiando la Tradición sino volviendo a la fuente pura de la Tradición. La Sagrada Escritura, los Padres de la iglesia, la primera comunidad apostólica…