«Empecé arreglando máquinas y ahora veo como se arreglan corazones«: así es como describe Julián Alcalde lo que empezó como un Camino de Santiago y hoy es su principal pasión y modo de vida como diseñador de peregrinaciones. Llegado un momento, fundó su propia agencia de viajes para llevar a los peregrinos a las entrañas vivas del Evangelio. Desde entonces, hace ya más de una década, ha realizado más de 30 viajes a Tierra Santa, donde es testigo de cómo los peregrinos quedan marcados por el impacto espiritual.
También él mismo suele regresar «tocado» de sus viajes a Tierra Santa. En una de sus últimas entradas de la página de su agencia, Peregrinaciones a medida, Alcalde relata emocionado «como católico, peregrino y agente de viajes» que esta zona no solo «evoca una profunda conexión con nuestra fe».
«Es el lugar donde los relatos bíblicos cobran vida y nos sumergen en la historia de nuestra salvación. Caminar por estas tierras, respirar su aire y contemplar sus paisajes es una experiencia que trasciende el mero turismo. Es un encuentro con lo divino, una oportunidad de experimentar la presencia de Dios de una manera tangible», relata.
Un impacto abrumador: «Te sumerges en la contemplación»
Define el impacto de las peregrinaciones y viajes a Tierra Santa como algo «abrumador». A lo largo de sus viajes es testigo de lugares que a su vez han presenciado los momentos más importantes de la vida de Jesús, «desde el momento en que pisó la tierra bendita de Belén, donde el Verbo se hizo carne, hasta el Santo Sepulcro en Jerusalén, donde la muerte fue vencida por la resurrección».
Alcalde atestigua cómo, en cada lugar que visita, «una corriente de devoción se despierta en el peregrino: te sumerges en la contemplación profunda, meditando en la grandeza de los misterios».
Menciona, por ejemplo, el Monte de los Olivos, donde la mirada se pierde en el horizonte mientras imagina a Jesús «orando en soledad, preparándose para el sacrificio redentor que cambiaría el curso de la historia». O el Mar de Galilea, donde «el corazón se llena de asombro» al evocar como Jesús «caminó sobre estas mismas olas y calmó la tormenta con una palabra».Alcalde, en la basílica de la Natividad.
Junto con la vivencia estrictamente personal, el agente de viajes encuentra en los lazos comunitarios que se establecen durante el viaje otro elemento que convierte estas peregrinaciones en un «regalo invaluable».
La «marca imborrable» de los santos lugares y la comunidad
Peregrinos, sacerdotes, líderes espirituales, guías y compañeros con los que unirse en oración y fortalecer la fe, la comunión que se crea con «hermanos en la fe de diferentes partes del mundo… Para él, todo ello «es una muestra tangible de la universalidad de la Iglesia y del amor que nos une como creyentes».
También destaca la participación en los sacramentos en los santos lugares, como es la celebración de la Santa Misa en la iglesia del Santo Sepulcro, que adquiere «una profundidad incomparable». O renovar los votos matrimoniales en Caná, lo que valora como «un testimonio del compromiso y renovación de la gracia matrimonial».
«Al finalizar la peregrinación, no somos la misma persona que cuando comenzamos», asegura: «Hemos sido transformados interiormente, nuestra fe ha sido avivada y la relación con Dios se ha fortalecido. Los lugares sagrados han dejado una marca indeleble en nuestra alma y, al regresar a casa, llevamos con nosotros una mayor pasión por vivir nuestra fe y compartir el amor de Cristo con los demás».
Evangelización en cada ruta e itinerario
Por todo ello, explica que peregrinar a Tierra Santa es, más que un viaje, «una experiencia espiritual que nos conecta con nuestras raíces cristianas, nos sumerge en la historia de nuestra fe y nos acerca a Dios de una manera profunda«.
Para Alcalde, no importa cuántos libros se hayan podido leer sobre Tierra Santa o cuantas películas, vídeos o imágenes se hayan visto. Estar allí, en los lugares sagrados, es para él «un regalo divino» que permite experimentar la fe «de una manera única». Algo a lo que también contribuye una minuciosa preparación de las rutas, combinando siempre «un itinerario evangelizador» con detalles poco comunes que sorprenden a los peregrinos.
Antes de concluir, muestra su deseo de que todos los fieles católicos puedan realizar «esta peregrinación sagrada» al menos una vez en la vida.
Caminar por los senderos que Jesús recorrió, rezar en los lugares que fueron testigos de su amor y sacrificio, encontrarse con el Dios vivo o experimentar su amor y su misericordia son solo algunos aspectos que permiten una peregrinación «que nutre el espíritu y fortalece la fe«.
«En este viaje, descubrimos que somos parte de una historia más grande de redención y salvación. Que esta peregrinación sea una experiencia de encuentro con el Dios vivo y una oportunidad para renovar nuestra entrega a Su amor y misericordia», concluye.