Este 2025 concluye el mandato de Francesco Patton al frente de la Custodia de Tierra Santa, iniciado en 2016 con el nombramiento del Papa Francisco y renovado por tres años en 2022. Entrevistado por Catholic News Agency, el custodio ha recorrido sus nueve años al frente de la institución constituida por el Papa Clemente VI en 1342 y que comenzaron con un desconocimiento absoluto de la región.
“Sólo había visitado Tierra Santa un par de veces como peregrino. Al principio, tenía miedo de aceptar esta responsabilidad porque sentía que me faltaban los conocimientos necesarios para llevarla a cabo adecuadamente”, comentó.
El franciscano destacó que el estudio y la escucha a sus colaboradores más cercanos fueron cruciales, incluso a su chofer, Shibli, con el que aprendió a celebrar la misa en árabe. “Mientras viajaba, practicaba la lectura y él me corregía. Desarrollamos una relación verdaderamente fraternal”.
Durante nueve años, Patton ha servido en Tierra Santa como el custodio 168º y lo ha hecho considerando el acompañamiento y apoyo a los frailes y la vida comunitaria como uno de sus ejes principales, resumiendo el periodo con los términos de “intensidad, espiritualidad y fraternidad”.
Estos nueve años, señaló, han sido “un profundo viaje espiritual, que comenzó con la conexión con los lugares sagrados. He pasado del conocimiento teórico a la realidad tangible”.
“Estoy aún más convencido de que, como cristianos, debemos estar anclados en la dimensión histórica del misterio de la Encarnación”, añadió.
El Custodio también describe sus años en Tierra Santa como una peregrinación, como si esta fuese una metáfora de la vida misma: “Creo que es importante recuperar el sentido de la vida como peregrinación: dentro de la provisoria naturaleza de la vida terrena, tenemos una gran perspectiva”.
Entre los lugares preferidos del custodio están las basílicas de la Anunciación, de la Natividad y del Santo Sepulcro, así como los santuarios en torno al lago de Galilea. “Son lugares donde Jesús compartió la vida de la gente común, realizó actos de fraternidad y mantuvo conversaciones profundas, como con Pedro”, reflexionó.
Patton alude a la fraternidad como el acercamiento confiado a los demás en lugar de mirarlos como enemigos. La confianza siempre vale la pena, afirma, especialmente en un contexto bélico en el que “la guerra y el mal sólo producen destrucción y fealdad, mientras que la fraternidad y la paz crean belleza. Creo que éste es el sueño de Dios y que debemos alimentarlo más”.
Liderazgo al frente de la Custodia: ¿Sinodalidad o participación?
También valora la fraternidad como una forma de gobierno que ha buscado seguir en estos nueve años:
“Mi enfoque ha sido el de liderar compartiendo. Hoy en día se habla a menudo de sinodalidad; yo personalmente prefiero el término participación. Si bien algunas decisiones deben tomarse individualmente, cuanto más involucrados estén los frailes, más fructíferas serán esas decisiones, porque quienes están incluidos también se sienten responsables”.
Para él, lo fundamental al respecto es considerar el liderazgo como “un servicio”; lo que “no siempre es fácil ni exitoso, pero sí esencial”.
“Siempre he considerado mi papel como algo temporal. Mi maleta siempre está lista. A veces la gente bromea diciendo que viajo con una pequeña mochila, pero el mismo Jesús, en el Evangelio (Lucas 10,4), nos dice que no llevemos una bolsa. ¡Así que incluso la mochila puede ser demasiado!”, bromea.
Es esa escala de prioridades la que ha permitido a Patton enfrentar un mandato plagado de retos, desde las guerras y tensiones políticas hasta la pandemia.
“He vivido momentos difíciles”, admite Patton. “Tenía especial aprensión por los frailes que prestaban servicio en zonas peligrosas, como Siria. Sin embargo, no me he enfrentado a grandes malentendidos, ya que no espero que todos comprendan plenamente lo que estoy tratando de lograr y considero legítimo que algunos tengan opiniones diferentes”.
Guerras, pandemias, tensiones políticas… sus retos al frente de la Custodia
Entre esos momentos, recuerda especialmente 2016, su primer año, cuando la guerra en Siria estaba en su apogeo.
“Le pregunté a Fray Hanna Jallouf, ahora vicario latino de Alepo, si quería irse. Me dijo que prefería quedarse con su gente, incluso si eso significaba morir, en lugar de abandonarlos como un mercenario. Su fe me ayudó a afrontar las decisiones difíciles con mayor serenidad”, relata.
Nueve años después, con la nueva situación del país, contempla esa decisión como algo providencial: “Los frailes fueron la única presencia cristiana en la región de Idlib durante muchos años. Ahora pueden desempeñar un papel facilitando el diálogo con los nuevos líderes. Cuando llegué, recé al Padre Celestial para que al menos pudiera presenciar el final de una guerra durante mi mandato. Tal vez esa oración haya sido escuchada”.
Valorando la guerra en Gaza en retrospectiva, enfatiza la necesidad de buscar una paz verdadera y no solo treguas temporales, destacando la importancia de “adoptar una perspectiva a largo plazo, incluso aunque el camino hacia la paz sea arduo”.
También recuerda los desafíos sociales y económicos de la pandemia, velando por el bien de los empleados y “afrontando estas dificultades con fe y la voluntad de asumir riesgos personales”.
Menciona también las crecientes tensiones y presiones políticas como las que en 2018 llevaron al cierre del Santo Sepulcro, mostrando así su oposición a una iniciativa legislativa que supondría no solo un gravamen injusto por Israel, sino la introducción de mecanismos que podrían acabar llevando a la expropiación de propiedades de la Iglesia.
Parte de esas tensiones son la plasmación de el cambio “progresivo” en la política israelí, nacionalista y afín al fundamentalismo religioso judío.
“Ha aumentado la presión sobre Cisjordania. La guerra en Gaza se habría librado de manera diferente con otro gobierno si se hubiera prestado más atención a la cuestión de los rehenes. Nosotros mismos hemos afrontado una presión creciente, por ejemplo, en relación con la cuestión de los impuestos, así como un aumento de los ataques, tanto en los lugares sagrados como a personas, con insultos e incluso escupitajos”, lamenta.
El futuro de Patton y la Custodia: “No tengo planes, confío en Dios”
Ante este contexto, Patton confía en que la Custodia puede contribuir a un futuro mejor, “empezando por las escuelas donde educamos a todos a tener una perspectiva fraterna hacia los demás”. También contempla que, de cara a la propia organización interna de la Custodia, esta sea progresivamente más internacional y con una menor influencia europea, lo que “será a la vez un desafío y una fuente de enriquecimiento. Tendremos que trabajar mucho más en la formación”.
Pensando en su propio futuro, siendo el blanco de especulaciones sobre un posible nombramiento episcopal, se muestra reacio a hacer planes.
“Hace nueve años, pensé que sería párroco en Turín, pero en lugar de eso vine a Tierra Santa. Desde entonces, decidí no hacer proyectos, sino confiar en Dios”, concluye.