El Papa Francisco lleva un par de años intentando avivar la apreciación de los fieles por la Palabra de Dios. Así, en el día de San Jerónimo de 2019 creó el Domingo de la Palabra de Dios, una fiesta anual obligatoria para la Iglesia universal.
Y ahora, en el día de San Jerónimo de 2020, ha publicado su carta apostólica Scriptura Sacrae Affectus, estudiando la figura de este santo Padre de la Iglesia, que vivió y murió en Tierra Santa, realizó la traducción de la Biblia más influyente de la historia (del hebreo y el griego al latín, la Vulgata) y fue un promotor de las peregrinaciones a Tierra Santa en la antigüedad. En este texto, el Papa pide a toda la Iglesia aprender de él.
La excusa es una efeméride: San Jerónimo murió en Belén hace 1.600 años. A los peregrinos que visitan la Basílica de la Natividad les suelen enseñar unas cuevas bajo la basílica que en alguna época se usaron para guardar animales (quizá también en la época de Jesús, y por eso allí se refugiaron José y María) y donde se habría establecido 4 siglos después el santo biblista.
El santo biblista, ligado a Tierra Santa
«El 30 de septiembre del año 420, Jerónimo concluía su vida terrena en Belén, en la comunidad que fundó junto a la gruta de la Natividad«, explica Scriptura Sacrae Affectus
San Jerónimo se estableció definitivamente en Belén en el año 386, ya con 40 o 41 años, con buen conocimiento del griego y el hebreo. El texto del Papa lo quiere remarcar: «Retomó sus estudios filológicos, arraigados en los lugares físicos que habían sido escenario de esas narraciones. La importancia que daba a los lugares santos se evidencia no sólo por la elección de vivir en Palestina, desde el año 386 hasta su muerte, sino también por el servicio a las peregrinaciones. Precisamente en Belén, lugar privilegiado para él, cerca de la gruta de la Natividad fundó dos monasterios “gemelos”, masculino y femenino, con albergues para acoger a los peregrinos venidos ad loca sancta, manifestando así su generosidad para alojar a cuantos llegaban a aquella tierra para ver y tocar los lugares de la historia de la salvación, uniendo de este modo la búsqueda cultural a la espiritual».
Cueva de San Jerónimo en Belén, «presbítero y Doctor de la Iglesia»
La importancia de traducir
«Hasta su muerte en el año 420, Jerónimo transcurrió en Belén el periodo más fecundo e intenso de su vida, completamente dedicado al estudio de la Escritura, comprometido en la monumental obra de traducción de todo el Antiguo Testamento a partir del original hebreo. Al mismo tiempo, comentaba los libros proféticos, los salmos, las obras paulinas, escribía subsidios para el estudio de la Biblia», señala el texto del Papa Francisco.
«En su retiro en Belén, Jerónimo empezó la traducción de todos los libros veterotestamentarios, directamente del hebreo; una obra que duró años», recuerda el texto.
El ejemplo de erudición y estudio de Jerónimo lo siguen hoy centros especializados para la investigación bíblica, entre los que el texto papal menciona «el Pontificio Instituto Bíblico en Roma y L’École Biblique y el Studium Biblicum Franciscanum en Jerusalén».
Estatua de San Jerónimo a la entrada de la iglesia de Santa Catalina, en Belén
Siendo San Jerónimo el patrón de los traductores, el texto alaba este oficio, que tanto ha ayudado a los peregrinos del mundo entero en Tierra Santa. «Sin traducción, las diferentes comunidades lingüísticas no podrían comunicarse entre sí; nosotros cerraríamos las puertas de la historia y negaríamos la posibilidad de construir una cultura del encuentro]. En efecto, sin traducción no hay hospitalidad y se fortalecen las acciones de hostilidad. El traductor es un constructor de puentes. ¡Cuántos juicios temerarios, cuántas condenas y conflictos surgen del hecho de ignorar el idioma de los demás y de no esforzarnos, con tenaz esperanza, en esta prueba infinita de amor que es la traducción!», ensalza el Papa Francisco.
El Papa finaliza su texto animando a los jóvenes de Occidente a imitar a Jerónimo, buscando su herencia de fe y cultura. «El cristianismo los convierte a ustedes en herederos de un patrimonio cultural insuperable del que deben tomar posesión. Apasiónense de esta historia, que es de ustedes. Atrévanse a fijar la mirada en Jerónimo, ese joven inquieto que, como el personaje de la parábola de Jesús, vendió todo lo que tenía para comprar «la perla de gran valor»».
Jerónimo lo hizo en Tierra Santa. A seguir sus pasos invita su ejemplo.