Muchas veces se ha dicho que Tierra Santa es como un «quinto evangelio», que sus paisajes, incluso su gente, logran hablar al espíritu de muchas personas, acercando a Dios y a los hechos de la Biblia. Así sucedió en 2014 con Charlotte Pence, la hija del vicepresidente norteamericano Mike Pence. Ella lo ha recordado en un podcast que ha iniciado recientemente.
Mike Pence y su esposa Karen crecieron en hogares católicos, pero después se hicieron protestantes no denominacionales. Su hogar ha sido cristiano y devoto siempre. Su hija Charlotte recuerda que cuando sus padres buscaban una iglesia de su gusto, mientras no la encontraban, era su padre quien dirigía las oraciones en casa los domingos. Su padre, al llegar a la edad adulta, le insistía en que para lograr una vida adecuada era necesario el estudio, el ejercicio y la devoción en la fe.
Una joven alejándose de la fe
Charlotte, que trabaja como documentalista y comunicadora, hizo sus primeros estudios universitarios en Chicago. En su libro de memorias de 2018 Where you go, y después en el reciente podcast que ha iniciado este mes de septiembre, la joven explica que en esos primeros años pasaba mucho tiempo con gente de grupos cristianos universitarios, pero también con gente mundana. «Iba con quien no debía y hacía lo que no tenía que hacer», admite. Era una doble vida. No dudaba que Dios existiese, pero le molestaba. Tenía preguntas y no las llegaba a formular. No era todavía su fe, sino la fe recibida a medias de sus padres.
A los 21 años fue a estudiar todo un curso a Oxford, en Inglaterra. Lejos de su país, durante un año dejó de ir a la iglesia y de leer su Biblia. No quería saber nada de Dios. Quería ir «por su cuenta», y al principio pensó que se sentía bien. Podía explorar cosas que antes no había osado explorar, incluyendo leer autores que escribían a favor del ateísmo y dedicó a eso bastante tiempo.
Evitó a los amigos religiosos y trató de vivir sin Dios. Creía en Él, pero no quería la responsabilidad de una vida cristiana. Pensó que dejando a Dios de lado «quizá podría vivir a la manera agnóstica. Quizá parte de mí lo deseaba, pero el ateísmo no respondía mis preguntas«, escribía en 2018.
Pasaban los meses y entendió que algo le faltaba. Empezó a leer dos autores cristianos que antes habían sido no creyentes, C.S.Lewis y Alister McGrath, «que era teólogo pero había sido ateo, y eso me interesaba». Estos cristianos conocían las preguntas y tenían respuestas bastante consistentes. Pero, ¿era eso bastante?
En Tierra Santa, la esperanza está cerca
Entonces fue a Tierra Santa. En Israel había quedado con sus padres, para un viaje juntos, en familia. «Creo que el tiempo que pasé en Israel es donde me hice cristiana de verdad, donde mi fe se hizo sólida», escribe.
Para empezar, en Tierra Santa, la mayoría de la gente «reconoce la verdad de las historias de la Biblia», comenta. «Reconocen que los hechos sucedieron, aunque no necesariamente están de acuerdo en todos los detalles».
«Sentí una conexión y una camaradería importante con esas personas. Es como si estuviéramos todos en el mismo viaje, coincidiendo en un sendero por un tiempo en particular. Seguí ese sendero y escuché sus historias y experiencias. Hablamos de la importancia de la fe en nuestras vidas y lo común en nuestras tradiciones compartidas», recuerda.
Las diferencias entre la fe judía y la cristiana no le parecían en ese momento muy grandes. Su guía, un hombre llamado Roni, las expresaba con cierta ironía. «Se cree que el Mesías volverá al Monte de los Olivos. Cuando llegue le preguntaremos: ¿estuviste aquí antes? Si responde que sí, bien, sabremos que los cristianos tenían razón. Si dice que no, sabremos que los judíos tenían razón. Y eso será todo».
La esperanza y cercanía del Mesías en la Tierra Santa, de alguna manera tocó a Charlotte.
Una experiencia mística en el avión
Todo eso se concretó en una experiencia mística en el avión de vuelta a Inglaterra.
«Estaba en el avión, escuchando una canción religiosa, y empecé a llorar. En ese momento volví a casa de mi Salvador, mi amigo, entendí. Le necesitaba y Él me tomó en sus brazos. Esa sensación increíble de aceptación y renovación es algo que no puedo poner en palabras, no lo puedo recrear, justificar. Simplemente, es. Es un don gratuito, y no puedo vivir sin ello. Nunca he estado más segura de nada en mi vida», escribe con detalle en su libro de 2018.
En otra versión da más datos: «Simplemente sentí una presencia abrumadora a mi alrededor. No puedo describirlo de otra manera. Sentí que Dios me aceptaba. Era casi como una sensación literal de caer en los brazos de alguien que te perdona y dice: ‘Aún te quiero, aún quiero que vuelvas, aunque te alejaste de mí’. Ahí fue cuando entregué mi vida a Cristo».
Después de esa experiencia en el avión ya no pudo mantenerse entre dos aguas. «No podía fingir que no era real, ya no podía negarlo». Tenía que poner a Cristo en el centro, y para eso dejó ciertas amistades y retomó otras, que la esperaban con paciencia y brazos abiertos.
Charlotte Pence con sus padres (el Vicepresidente y la Segunda Dama de EEUU) y su conejo doméstico
Descubrió que ahora leía la Biblia y el texto estaba vivo, le hablaba a ella, le apasionaba. Repasando su diario del último año, encontró mil señales de que Dios la había estado tanteando, mandando señales, buscándola. Ella se alejó, pero Él no dejó de buscarla.
Crecer en la fe, comunicarla, hacer preguntas
Charlotte se ha casado hace unos meses con un militar (ahora firma como Charlotte Pence Bond) y lleva un par de años estudiando teología en Harvard. Dice que siempre ha querido ser escritora o comunicadora, y quiere comunicar cosas que tienen que ver con la fe.
Charlotte también es muy activa en encuentros de jóvenes provida. En un encuentro nacional juvenil provida a inicios de 2020 animaba a los jóvenes a no dejarse amedrentar por la prensa hostil. «Somos los abolicionistas de esta época», decía. «No estáis bien reflejados en la prensa generalista y no sois muy populares, pero está bien, porque los que han marcado la diferencia en la historia del mundo no siempre eran populares». Animaba a contar las historias que ayuden a optar por la vida, a aportar sanación y a salir adelante.
En su nuevo podcast, que ha empezado en septiembre, insiste en que muchos jóvenes dejan la religión y se mantienen sólo como vagamente espirituales porque tienen preguntas pero no tienen un lugar «seguro» donde formularlas. Anima a todos a hacer preguntas y recuerda que la Biblia enseña que eso está bien.
«En Mateo 7 dice: pedid y se os dará, buscad y encontraréis; el que pide recibe, el que busca encuentra», recuerda. «Me encanta ese versículo porque nos dice que hacer preguntas está bien», afirma. Eso sí, «tenemos que ser honestos acerca de nuestras dudas».