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La unción de las manos con óleo perfumado, un rito para la «nueva» peregrinación a Betania

El último sol asoma por la ventana que corona la cúpula de la pequeña iglesia de Betania. Los mosaicos dorados que narran la resurrección de Lázaro brillan, iluminados por los rayos del atardecer. Algo más lejos, la tumba del amigo que recibió el milagro de Jesús. Numerosos fieles y muchos frailes se han reunido allí donde «Jesús fue» (Jn 12, 1): «en la casa de la amistad, porque es la casa de los amigos de Jesús», ha recordado el Custodio.

Cae la tarde del lunes 10 de abril y faltan seis días para la Pascua. Se celebra el lavatorio de los pies de María a Jesús. «María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera», continúa el Evangelio según Juan (12,3) leído durante la misa.

Este es tan solo el tercer año que se celebra: se trata de una “nueva peregrinación”. Antes de la reforma del Concilio Vaticano II, de hecho, durante esta jornada no estaba prevista la lectura del evangelio de Betania. Desde la reforma, el lunes santo se lee este fragmento justo seis días antes de la Pascua. «Para esta ocasión, desde 2015, nos dirigimos hacia el santuario. Cada peregrinación franciscana sigue, de hecho, los lugares de los que habla el Evangelio», explicaba fray Stéphane Milovitch.

Y la elección de bendecir el óleo perfumado no es un fin en sí misma: «La escena evangélica en la que María unge los pies de Jesús anticipa y prepara la escena evangélica de su sepultura. Del mismo modo, esta liturgia prepara la liturgia del Viernes Santo: los óleos perfumados, bendecidos esta tarde, se han preparado para la celebración del entierro de Jesús», ha continuado fray Stéphane.

El púrpura de la túnica de los frailes, color de la Cuaresma, contrasta con las paredes de mármol blanco. En el centro el Custodio fray Francesco Patton, presidiendo la celebración eucarística, flanqueado por el vicario fray Dobromir Jazstal y por fray Michael Sarquah, el guardián de Betania. El Custodio en su homilía ha recordado que «en el evangelio que hemos leído hay un protagonista silencioso: el perfume. El aceite perfumado es costoso, se dispersa y es percibido por todos. Este aroma expresa el sentido profundo de nuestra vida, cuando se vive bajo el signo del amor. María es la única que sabe desperdiciar toda esta riqueza por amor. Por el contrario, Judas nos revela en cambio cómo nos volvemos cuando miramos la vida con una perspectiva utilitarista, cuando todo se calcula en dinero», ha dicho fray Francesco Patton antes de bendecir el óleo perfumado. Terminada la misa, la multitud de fieles se ha puesto en fila para ungirse las manos, antes de dirigirse a la sala parroquial.

Entre bocado y bocado, elogiando el magnífico buffet ofrecido por la parroquia, Sor Alessandra comenta: «me gusta esta misa, el ambiente en este pequeño pero gran santuario es muy íntimo y recogido». Ella está aquí para la Pascua, «¡la primera vez en Tierra Santa!», exclama. Aziza en cambio la conoce bien: ella, de Betania, ama «esta celebración tan especial y siempre emocionante».

Aquí Jesús venía a casa de sus amigos: «precisamente por esto hemos decidido celebrar la tarde, para que todos puedan, tras una jornada de trabajo, pasar un momento agradable. Esta era la casa de la amistad», ha comentado fray Stéphane. Hoy todavía es así.

Texto y fotos: Custodia de Tierra Santa.

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