Un centenar de jóvenes recorre los pueblos de Siria, en la VIII marcha franciscana: «Disfrutamos de Dios y de la naturaleza»

Si de algo no hay duda es de que Francisco de Asís fue, de entre los santos, el gran enamorado de Tierra Santa. En 1219 el poverello peregrinó hasta el lugar que vio nacer a Jesús y, fruto de este aprecio, los franciscanos han sido los encargados de custodiar los Santos Lugares hasta el día de hoy. Para seguir el ejemplo de alegría, sencillez y amor a la Iglesia del santo italiano en su vida, 100 jóvenes participaron recientemente en la octava edición de la tradicional marcha franciscana en Siria.

«La marcha franciscana me ayudó en mi discernimiento vocacional: por eso es importante para mí hacer vivir esta experiencia a otros jóvenes», comenta fray Johnny Jallouf en la web de la Custodia. Esta peregrinación busca ser un momento especial en los jóvenes para poder disfrutar de la naturaleza, la fe y reflexionar sobre la vocación a la que Dios llama a cada uno.

«Con un nuevo nombre»

Procedentes de todas las parroquias y ciudades de Siria, los jóvenes siguieron el ejemplo de San Francisco de Asís cuando iba por los pueblos de su Italia natal. Cargados con sus mochilas, los participantes profundizaron en la espiritualidad de uno de los santos más apreciados. Contemplar la belleza de la naturaleza, visitar iglesias, rezar por las personas que los acogieron en los monasterios… fueron algunas de las cosas que no pudieron faltar.

Reanudada en 2021, después de once años sin poderse celebrar debido a la guerra, la marcha franciscana de Siria llevaba en esta ocasión el lema de «Con un nuevo nombre«. Unas palabras que proceden del libro de Isaías, en el que el Señor se dirige a su pueblo por boca del profeta: ‘Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor‘ (Isaías 62:2).

Durante esta aventura, los jóvenes fueron llamados a dejar a Dios el papel de ser su capitán, encomendándole la barca de sus vidas y tratando de confiar en Él. La marcha se inició con la celebración de la santa misa y el reparto de la tau, la cruz franciscana. A continuación, los jóvenes se dividieron en 8 grupos, cada uno con un nombre distinto, escogido entre los elementos naturales como el cielo, el sol, la luna, las estrellas… nombres todos ellos inspirados en el Cántico de las criaturas de San Francisco.

Una peregrinación diferente

La mayoría de los participantes no habían participado antes en ninguna marcha franciscana y, por tanto, tenían mucha curiosidad por vivir una experiencia diferente a los campamentos de verano a los que estaban acostumbrados. Como metáfora de la propia vida, durante el recorrido los jóvenes encontraron subidas y bajadas, carreteras asfaltadas y calurosas, o terrenos accidentados.

En el trayecto hubo algunos encuentros, como el titulado «un nombre nuevo para el pasado». Se trató de un momento para instar a los jóvenes a reconciliarse con el recorrido de sus vidas. Después, los frailes les invitaron a dar «un nombre nuevo al presente» para afrontar la vida con decisión y experimentar el cuidado de Dios.

El tercer momento se llamó «dar un nombre nuevo a la comunidad», para terminar con «un nombre nuevo con Dios«. Con este último los frailes querían que los jóvenes recomenzaran su camino de fe apoyados siempre de sus hermanos. La octava marcha franciscana en Siria tuvo lugar del 5 al 11 de septiembre.

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