«Recuerdo que un día estuve en Jafa. Dínos, cuéntanos qué sucedió en Jafa». Así cantaban los hermanos Rahbani. El mar azul descrito en esta poesía se puede ver desde el tejado de la escuela de Tierra Santa, detrás de las palmeras y la cúpula azul de una iglesia. La escuela está a menos de un kilómetro de la iglesia de San Pedro y se yergue con firmeza junto a la iglesia de San Antonio.
Fray Záher Abud ofm, director del colegio, está a la cabeza del Terra Santa School desde hace dos años. «Llegando aquí, supe que venía a cumplir una difícil misión, y todavía es así. Es una escuela muy famosa pero que tiene, naturalmente, sus dificultades». Fray Záher habla de la importancia de la cuestión identitaria de la minoría árabe de Jafa. La escuela, aun dando prioridad a los cristianos, acoge a todos según el espíritu de San Francisco, otorgando una atención especial a los alumnos con dificultades.
Del árabe al hebreo
El equipo docente del Terra Santa School está íntimamente vinculado a la escuela. El 80% de los profesores se han diplomado en el lugar y consagran su tiempo personal a los estudiantes que necesitan apoyo escolar fuera de las horas lectivas. El ministerio de Educación ha enviado una carta de felicitación a Reem Saba, destacando la excelencia de los resultados de los estudiantes en física y química. Mientras que el resto de escuelas han optado por dar mayor protagonismo a la tecnología informática, la escuela Terra Santa de Jafa ha decidido recorrer un camino menos frecuentado. Vivian Hamati, profesor de matemáticas, explica: «Soy también profesor de tecnología, pero soy reticente al uso de tablet e iPad en el ámbito pedagógico. Los estudiantes ya están demasiado enganchados a los móviles y las redes sociales. ¡Es necesario dejar espacio a la inteligencia emocional!».
En la escuela franciscana de Jafa, los cursos y el material principal se distribuyen en árabe desde edad temprana. En contra, en los niveles medio y superior, los estudiantes tienden a elegir el hebreo. «Estamos en la sociedad de Jafa –recuerda fray Záher- y en las asignaturas científicas, a partir de los 12-13 años, todo es en hebreo; los chicos pueden elegir, pero la mayoría prefiere el hebreo, que es omnipresente en toda su vida cotidiana. Los niños de 3-4 años hablan ya hebreo». En Jafa, de hecho, la población árabe es minoritaria (entre el 18 y el 20%) y los árabes, desde su más tierna edad, escuchan sobre todo el hebreo, una lengua que se habla incluso en el seno de las familias cuya lengua materna es el árabe.
La cuestión de la identidad
Al desafío lingüístico se añade la cuestión identitaria, bien presente en los discursos de los estudiantes. «La identidad del ciudadano de Jafa es más compleja que en otros sitios», explica el franciscano. «Los niños tienen una cierta seguridad de su propia identidad en el ámbito escolar o en cualquier otro ambiente controlado, pero apenas salen al mundo exterior, esta seguridad disminuye con facilidad».
En pie delante de los alumnos, una estudiante presenta una exposición sobre la paz mundial. Vistiendo la camiseta violeta de la escuela, se expresa en un hebreo impecable. Esta escena de una joven musulmana mientras presenta una exposición en hebreo en una escuela católica, representa en Jafa uno de los desafíos de la cuestión identitaria de las minorías, en continuo cambio. Durante las clases, sus compañeros se muestran escépticos. «Es necesario dejar de vivir en un mundo rosa», afirma una alumna sentada en el último banco. «No se puede cambiar nada. ¿A cuántas personas tienes que convencer para poder cambiar el mundo?», exclama. «No es necesario convencer a muchas personas –relativiza el fraile sentado en el aula-. Tenemos que empezar por nosotros mismos. Para cambiar el mundo tenemos que cambiar nuestra mirada».
El despacho del director, siempre abierto
Las relaciones entre alumnos y profesores son muy cercanas. «¿Hay verdaderos estudiantes en tu escuela?», me ha preguntado el director de la escuela vecina, dice el fraile sonriendo. «No se oye nada, de hecho. Son muy disciplinados». Improvisadamente suena el himno de la escuela, el gong que salva a algunos y que provoca, en segundo plano, carreras por el largo pasillo. Saliendo de sus clases, los alumnos saludan cordialmente al fraile sentado en su despacho.
Fray Záher subraya la atención que se presta a cada estudiante. «Mi despacho, por ejemplo, está siempre abierto y todos saben dónde encontrar una oreja atenta», precisando que hay disciplina. «Si se equivocan –añade- saben que deberán pedir excusas».
Calidad de la enseñanza cristiana
Cuatro escuelas cristianas figuran entre las quince mejores de las escuelas de Israel. Y, como otras escuelas cristianas del país, el colegio de Tierra Santa de Jafa está en el seno de la sociedad israelí y en competencia directa con el resto de escuelas de la región. Procura instruir a sus estudiantes en una disciplina positiva y una educación constructiva de calidad. Lo que los estudiantes vivan hoy aquí –tanto cristianos como musulmanes- repercutirá en ellos como futuros ciudadanos en la sociedad israelí y en la comunidad palestina en su conjunto.