Se avecinan grandes cambios en el corazón de la Iglesia Católica en Tierra Santa. Y todo apunta a que puede suceder pronto afectando al Patriarcado Latino de Jerusalén, que engloba a los católicos de rito latino de Israel, Palestina, Jordania y Chipre.
Todo este movimiento ha podido dar inicio con la aceptación de la renuncia del obispo auxiliar Giacinto Marcuzzo, que lleva en este cargo desde 1993. Sin embargo, no se retirará sino que seguirá siendo vicario general hasta el nombramiento del nuevo patriarca.
Este anuncio lo ha realizado el propio arzobispo Pierbattista Pizzaballa, desde hace cuatro años administrador apostólico del Patriarcado, un cargo temporal que se ha alargado demasiado en el tiempo debido a la serie de problemas a los que ha tenido que ir haciendo frente en la Iglesia en Tierra Santa.
Según se trasciende de las declaraciones de Pizzaballa el nombramiento del nuevo patriarca podría ser inminente. Así, hablando de la aceptación de la renuncia del obispo auxiliar, Pizzaballa agradecía al obispo Marcuzzo «por su constante, atento y completo servicio a nuestra diócesis, a la que amó desde muy joven y a la que entregó toda su vida, aportando su contribución positiva y apreciada, y apoyando su actividades pastorales tanto de la diócesis como de todas las demás iglesias católicas de Tierra Santa”.
El administrador apostólico indicó entonces, y de aquí se extraen estas conclusiones, que «dadas las circunstancias particulares de la diócesis», el obispo Marcuzzo «sigue siendo Vicario general de toda la diócesis hasta el nombramiento del nuevo patriarca, que no debería tardar en llegar».
De este modo, pronto podría concluir la administración apostólica del arzobispo Pizzaballa, a quien el Papa Francisco llamó directamente desde la Custodia franciscana de Tierra Santa para gestionar la difícil sucesión del Patriarca Fouad Twal en 2016.
Tal y como explican en Acistampa, Pizzaballa se encontró una difícil situación financiera, también debido al «colapso» de la Universidad de Madaba. En los últimos años ha reorganizado la economía del patriarcado, insertado un sistema de controles internos y externos, haciendo más transparente económicamente a una institución que paga 2.000 salarios mensuales y que se encontraba altamente endeudada, con una cantidad que llegaba a los 100 millones de dólares.
El déficit ha ido retrocediendo con un importante recorte de gastos, una mayor recaudación de donaciones internacionales, pero también con la venta de algunas propiedades en Nazaret que no eran estrictamente imprescindibles. El arzobispo italiano dejaría así una diócesis financieramente más preparada para afrontar la crisis económica que ahora se vive con las consecuencias de la pandemia de coronavirus.
Mientras tanto, el nombre de Pizzaballa sonaría más para un alto servicio en Roma que como próximo patriarca. Según Acistampa, su próximo destino podría ser el de prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. Actualmente este cargo lo ocupa el cardenal Sandrí, que pronto cumplirá 77 años.
La iglesia local quiere a alguien natural de Tierra Santa para el cargo, pero en cuatro años Roma no ha hecho movimiento alguno. Y puede que de esto hablara precisamente Pizzaballa el pasado 27 de agosto con el Papa en la audiencia privada que tuvo con él. Sin olvidar, el olvidar el nombramiento del nuevo auxiliar.