El administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, celebró en la Basílica de la Natividad de Belén la misa de Navidad, a la que asistió, entre otros, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás.
En su homilía, monseñor Pizzaballa quiso especificar la importancia de la participación cristiana en la vida de las ciudadees: “Quien quiera encerrar el Evangelio o la presencia de los cristianos en límites privados o íntimos, no ha entendido el deseo de Dios”, afirmó. En efecto, el nacimiento de Jesús en Belén no es solo “una indicación histórico-geográfica, sino una opción divina… Si la Biblia comienza en un jardín, acaba en una ciudad, la santa Jerusalén». En ese sentido, la vida de Cristo “será un continuo andar por ciudades y aldeas: El desierto fue, para él, un paréntesis. Necesario, pero no definitivo».
“La Encarnación del Hijo de Dios«, continuó, «es fermento, es levadura destinada a hacer crecer y amalgamar toda la pasta, la entera realidad del hombre, cosmos e historia, vida y ciudad. La Navidad de Cristo en Belén es, por tanto, un paso de Dios hacia nuestra tierra y nuestras ciudades, y la invitación dirigida ya a los pastores y a los reyes magos de ir a Belén se nos repite a nosotros hoy, y desde aquí a los últimos confines de la tierra”.
Por eso, «el nacimiento del Señor en nuestras ciudades quiere encender en nosotros una especie de ‘pasión política’, suscitar la responsabilidad de un cuidado por la ciudad y la tierra que habitamos… para transformarla… en espacio y lugar de experiencia de comunión y de paz, de relaciones y de intercambio”. Aunque los cristianos caminan hacia una ciudad futura, “también es verdad que se nos ha pedido que ‘permanezcamos en la ciudad’ para abrir en ella los caminos del Reino”.
Por eso, el arzobispo Pizzaballa llamó a proteger la presencia cristiana en Tierra Santa: «Nuestras ciudades sin cristianos serán más pobres y nuestros cristianos sin sus ciudades corren el riesgo de perder su camino”.