Un reciente artículo de Karel López en Diario Vasco presenta una realidad de Jerusalén como gran ciudad que, como cualquier otra, necesita también de espacios verdes, concebidos como lugar de encuentro abierto a todos. Lo reproducimos a continuación:
Son casi las 17.00 horas en Jerusalén y el sol comienza a dejar paso a la oscuridad. A no mucha distancia de la ciudad vieja, junto al Museo de Historia Natural, nos recibe Gadi Warszawski, trabajador del ayuntamiento. Se le ve feliz. Vive lo que hace. De origen polaco, este hombre de no más de 35 años, coordina un jardín comunitario de cerca de 1000 metros cuadrados. «Es uno de los primeros de la ciudad, pero, por suerte, no el único», asegura.
Gadi, mientras ejerce de perfecto anfitrión por el parque, explica que «fue construido de forma privada por los cristianos armenios. Después, pasó a ser público. La idea es que estos jardines en general y este en concreto se conviertan en puntos de encuentro para la ciudadanía. Que sepan que esto es su jardín, que lo cuiden y que lo disfruten. Está abierto a todo el mundo».
Jerusalén no deja de crecer y, como señala Gadi, «es importante mantener la naturaleza, conservarla, cuidarla… Aquí, en este mismo punto donde nos encontramos (German Colony), las ofertas para comprar estos terrenos no han dejado de llover. La localización es buenísima. Pero la decisión de que sea un área verde es firme. Es importante». Son conscientes de que cuidar la naturaleza es esencial; más ahora, en un mundo en el que la contaminación nos ‘invade’.
Rincón de paz
El que Gadi enseña es uno de esos rincones de paz en el centro de la ciudad; pulmones verdes en Tierra Santa. «Hay más de setenta jardines comunitarios en Jerusalén. Son iniciativas de la gente, no del ayuntamiento». Este, el que se sitúa a menos de cien metros del Museo de Historia Natural, es uno de los más bellos, aunque «no el más grande».
Es un jardín con huertos, con casetas construidas con palets, «de esos que recoges en cualquier lugar y puedes reciclar», con muchos árboles. «Hay cerezos, almendros, bambúes, moreras…», cuenta el coordinador. También hay pájaros, lagos…
Para poder mantenerlo, recaudan dinero mediante crowdfunding. «Unas 300 personas aportan su granito de arena como voluntarias. Se enseña a preparar compost», añade Gadi, quien muestra orgulloso los cultivos hidropónicos de los que disponen. «Ahorramos agua».
En definitiva, en Jerusalén hay quienes se sienten orgullosos de sus áreas verdes, tan necesarias para disfrutar de la naturaleza entre edificios.