Todos los asistentes a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Panamá del 22 al 27 de enero recibirán su rosario, que se denominará el Rosario de Belén y llevará la inscripción JMJ 2019. Los han confeccionado, por cientos de miles, con madera de olivo, cristianos pobres de la ciudad donde nació Jesucristo, y de ahí reciben su nombre.
Rami es uno de esos cristianos, a quien consagra un reciente reportaje el diario de la conferencia episcopal italiana, L’Avvenire. “Lo hago por el Papa Francisco”, confiesa. Tiene treinta años y nunca terminó la escuela porque tenía dificultades de aprendizaje.
El trabajo de fabricar estos rosarios ha llevado meses y solo por ese motivo ya ha supuesto una esperanza para él, gracias a la Fundación Juan Pablo II, una iniciativa de la Iglesia de la Toscana (Italia) para el desarrollo y la cooperación en Oriente Medio. El taller está situado en unos locales de la Custodia de Tierra Santa, a cien metros de la Basílica de la Natividad, y ha fabricado 800.000 del millón y medio encargados para el evento.
¿Por qué tantos? Porque el kit del peregrino incluye tres por persona: uno para sí mismo, otro para regalar a la familia que le acoga en el país centroamericano, y otro para regalar a alguna persona de su lugar de origen, cuando regrese a casa.
La iniciativa fue de Pierre Bürcher, obispo emérito de Rejkjavik (Islandia), con la intención también de corresponder al deseo del Papa de que se rece por la paz en Oriente Medio.
“El trabajo no solo es sinónimo de salario, sino también de dignidad”, explica Samer Baboun, responsable del taller, al comentar la importancia de este proyecto para personas de escasos recursos que de esta forma han tenido trabajo durante una larga temporada. En concreto, trescientos artesanos locales que llevan consagrados a la tarea desde principios de 2018 en once talleres además de éste, repartidos entre Belén, Beit Sahour y Beit Jala.
El reportaje de L’Avvenire nos habla de Tony, con problemas de concentración, encargado del empaquetado, o Rana, que sufre vista reducida y heridas en el rostro: “Nadie quería contratarme. Gracias al cielo, esto es distinto”.
Porque no se trata solo de trabajo, también de convivencia, subraya Samer, señalando que también hay musulmanes entre los beneficiados y que hombres y mujeres laboran juntos: “Nuestro principal objetivo es ayudarles a que no abandonen Tierra Santa, y para ello es fundamental tener trabajo”.
Como escuela de formación, el proyecto desembocará en nuevas empresas de manufacturas en madera de olivo, madreperla (las perlas de la región son muy valoradas) o cerámica. Ésta última será confiada a Narmin, una joven sorda que empezó a hablar en el instituto Effetà que se erigió en Belén por impulso de Pablo VI.