Ha raíz de la masacre terrorista de Hamás en Israel el 7 de octubre, y de la posterior intervención israelí en Gaza, las peregrinaciones han disminuido notablemente (aunque sigue habiéndolas y los lugares sagrados son seguros) y eso se traduce inexorablemente en paro para la población cristiana.
Sobre todo, en una ciudad como Belén, donde la mayoría de ellos viven de los negocios vinculados al llamado turismo religioso.
Allí, Sor Ana, de la orden de las Hijas de Santa Ana, ha tenido una iniciativa que no solo alivie las penurias económicas de los más vulnerables por esta crisis, sino que le ayude anímicamente fomentando su dignidad profesional. Ella conoce bien la situación porque lleva un año a cargo de la oficina de servicio social de la parroquia de Belén.
Casi el cuádruple de personas ayudadas
«Antes de la guerra», explica a Pro Terra Sancta, «nuestra parroquia ofrecía ayuda a unas 70 personas a la semana; Ahora el número de personas que acuden a nosotros en busca de apoyo se ha más que triplicado, llegando a casi 250 personas cada semanas».
Al principio, los beneficiados recibían una cantidad de la parroquia, pero «sin poder trabajar para ganarlo, comenzaron a ser percibidos como una falta de dignidad» explica la religiosa: «El hombre siempre ha buscado la dignidad del trabajo, siempre ha sido la posibilidad de ganarse la vida lo que hace que las personas se sientan en paz consigo mismas y con lo que poseen».
Trabajo retribuido
Fue así como tuvo una idea que no se limitase a dar una ayuda económica proveniente de los fondos de la parroquia: «Al ver a todas estas personas desesperadas y humilladas que no pueden ganarse la vida, pensé en una posible solución para ayudarlos ofreciéndoles un trabajo. Pregunté por la profesión de los que nos pedían ayuda y traté de ofrecer a todos un trabajo similar a las habilidades y experiencia de cada uno, para restaurar la dignidad que a todos les corresponde. Si venía a verme alguien que se dedicaba a la limpieza de los hoteles, por ejemplo, intentaba reubicarlo para mantener en orden las diversas estructuras relacionadas con la parroquia, y siempre trataba de garantizar una remuneración adecuada incluso a aquellos que solo podían trabajar medio día».
Su objetivo es garantizar a todos 20 horas de trabajo a la semana y un salario, aunque sea mínimo. Solo están empezando, pero la acogida es buena: «Recorrí todas las organizaciones benéficas de la ciudad para ver si necesitaban trabajadores, y luego busqué entre las personas que se habían acercado a mí para ver si había alguien adecuado para el puesto. Una vez que encontraba a la persona adecuada, la enviaba a una de estas obras, pagándola con nuestros fondos».
Esperanza en el futuro
Con ello no solamente se mantiene la dignidad del trabajador de sentir que cobra por lo que hace, sino que se redescubre el valor del trabajo al servicio de la comunidad.
De este modo, los que se habían quedado sin trabajo redescubren la posibilidad no solo de mantenerse con dignidad, sino también de ayudar a su ciudad, redescubriendo el valor que supone el trabajo no solo para mantener a la familia, o para restaurar la propia dignidad, sino también para ayudar a la comunidad.
Por eso Sor Ana sigue, a pesar de todo, creyendo que «trabajando juntos» puede construirse «un futuro mejor para Belén y para toda Tierra Santa».