En el Meeting de Rímini organizado por Comunión y Liberación entre el 20 y el 25 de agosto, el cardenal y patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa ha concedido una entrevista al periodista italiano Alessandro Banfi.
El cardenal mostró la gravedad de la situación generada por la guerra en Gaza, advirtiendo de que «conviene evitar lanzar discursos al viento» a la hora de hablar de la paz. Los cristianos, sin embargo, tienen un papel crucial para paliar los estragos de un proceso en el que «la desconfianza entre las partes es enorme» y donde el hartazgo comienza a hacer mella. La presencia y visión cristianas pueden ayudar, afirmó, «si se anuncian en las formas y tiempos oportunos».
«Estamos en un momento importante, como un último tren»
Preguntado por la posibilidad de un alto el fuego, Pizzaballa se refirió al actual impase en la guerra, pues «el distanciamiento sigue siendo muy grande«, pero, al mismo tiempo, también lo es la presión tanto de los mediadores como de los Estados Unidos.
«Hay cierto hartazgo por parte de todos, lo que hace necesario pasar página. Estamos en un momento importante, como un último tren que tenemos delante, y todo puede cambiar, para bien y para mal. Por eso espero que esa presión, ese hartazgo y las ganas de pasar página prevalezcan», remarcó.
Con todo, el cardenal llama a «no hacerse ilusiones«.
Sin medicinas ni hospitales, con una epidemia en ciernes
Hablando de la parroquia de la Sagrada Familia, la única católica de Gaza, subrayó la situación de «extrema fragilidad» que se vive. «Están todos encerrados, lo han perdido todo. La comida escasea y tampoco es de gran calidad. Es muy complicado. También faltan medicinas, no hay hospitales y la tensión es continua, con bombardeos, incursiones y enfrentamientos».
Un clima «realmente duro» al que se añade la alarma emitida por la Organización Mundial de la Salud respecto a una epidemia de poliomielitis que ya ha afectado a un bebé de 10 meses, con la pierna izquierda paralizada.
Una situación «terrible» propiciada por la desaparición de las infraestructuras y especialmente el alcantarillado, lo que hace que acceder a Gaza sea comparable a entrar en «una especie de lago de aguas residuales«.
«La temperatura es muy alta y hay mucha falta de higiene. Todo eso tiene consecuencias inmediatas: falta de medicinas, mala alimentación… lo que supone un clima ideal para la difusión de enfermedades e infecciones«, detalla el cardenal.
«La cultura de la violencia como único lenguaje»
Al norte, en Cisjordania, la situación no es mucho mejor, donde el clima de guerra, tensión y dificultades comienza a extenderse y «nadie se libra de la guerra».
«Por un lado, el aspecto económico es muy problemático, pues desde octubre gran parte de la población está sin trabajar», cuenta el cardenal, especialmente por la paralización de las principales fuentes de recursos, las peregrinaciones, el turismo y el traslado de pasajeros a Israel. A ello se añaden frecuentes enfrentamientos entre palestinos, israelíes y colonos incluso en presencia del ejército, siendo una muestra como el conflicto ha «degenerado» generando «una cultura de la violencia como único lenguaje«.
En tal estado, ¿se puede hablar como reza el Meeting de Rímini, de amistad entre los pueblos, entre el palestino y el judío?
El cardenal pide evitar «lanzar discursos al viento», pues «hablar ahora de amistad entre israelíes y palestinos es como dar palmadas al aire». Por ello, Pizzaballa llama a buscar esa amistad y trabajar para que el acercamiento «llegue a ser una realidad concreta y viva«, aunque en este momento parezca «algo absurdo».
«Hay que luchar por ello porque la realidad lo impone. Los israelíes nunca desaparecerán, ni los palestinos, estarán ahí. Por tanto, el futuro no puede ser un futuro de guerra y violencia continua», agrega.
Frente a ese escenario, menciona la importancia de dedicarse a trabajar por la formación, la educación o unos medios de comunicación que «no han ayudado».
La ayuda de los cristianos, de Tierra Santa y de Occidente
Sin embargo, los cristianos pueden ayudar. Actualmente, considera que hablar de un encuentro entre judíos y musulmanes, entre israelíes y palestinos, «es casi imposible», pero advierte que la presencia cristiana puede aportar una visión «completamente distinta», introduciendo «un elemento diferencial» que obliga a «pensar más allá de los tópicos y relatos ya conocidos».
Hablando de los cristianos de Gaza, destaca que su presencia, visión y perspectiva «puede ayudar si se anuncia en las formas y tiempos oportunos, introduciendo en esta tensión continua, en esta dinámica de represalias constantes, un punto de vista diferente».
¿Y los cristianos de Occidente? En este caso, el cardenal celebra que en los diversos momentos que ha llamado a la oración por la paz, «el mundo entero prácticamente se ha unido a nosotros». Y esa unión, dice, «es algo precioso, un gran consuelo», que, aunque «no resolverá los problemas, supone un apoyo muy necesario«.
Junto con la oración, menciona que otro de los grandes problemas actuales en Tierra Santa es que «cada uno se encierra en su dolor y falta la empatía. Eso lo pueden hacer los cristianos, ayudarnos a salir del torbellino en el que estamos para empezar a pensar de otra manera. Allí estamos divididos, pero no hay que repetir las mismas divisiones y nos pueden ayudar a levantar la mirada», concluye.