Las últimas horas de la vida de Jesús: la cena con los discípulos, la traición de Judas, la oración al Padre en el Monte de los Olivos, la flagelación y la crucifixión.
El miércoles de la Semana Santa en Getsemaní se recuerda el recorrido de Cristo que para llegar a la resurrección pasó por la pasión. El canto de la pasión de Jesús resonó en la iglesia de la Agonía, entonado en latín a tres voces.
Presidió la celebración el vicario de la Custodia de Tierra Santa fray Dobromir Jasztal. Después de la oración universal y la Eucaristía tomó la palabra el guardián del convento de Getsemaní fray Benito José Choque: “San Francisco decía: Quisiera recorrer el mundo llorando la Pasión de mi Señor. Que el canto de la Pasión del Señor nos ayude a acoger cada vez mejor el misterio de la salvación que Dios nos manifestó aquí en los Santos Lugares”.
Desde la iglesia de Getsemaní los frailes y fieles se trasladaron al Santo Sepulcro. El miércoles santo se venera la columna de la Flagelación de Jesús, conservada en la capilla de la Aparición del Santo Sepulcro, propiedad de los franciscanos.
Primero los frailes y después los fieles se acercaron para besar la columna, cubierta de flores para la ocasión.
Sobre la columna de la Flagelación existen testimonios ya en el año 333: el Anónimo de Burdeos menciona haberla visto en el Monte Sion, en el Cenáculo. Después Bonifacio de Ragusa, Custodio de Tierra Santa a mediados del siglo XVI, cuenta que encontró esta columna –que fue destruida por los turcos cuando tomaron el Cenáculo– y decidió conservarla en el Santo Sepulcro.
Por la tarde los frailes de la Custodia fueron de nuevo al Santo Sepulcro para celebrar el Oficio de Tinieblas. Más tarde, el dragomán del Santo Sepulcro y el sacristán franciscano del Santo Sepulcro invitaron a los miembros de las otras iglesias a adorar la columna de la Flagelación. Así, se unieron todos juntos, franciscanos, greco-ortodoxos, armenios y coptos, en adoración a la columna.