Cuatro meses de guerra en Gaza: los católicos, «in extremis» y sin pan, recurren al mercado negro para elaborar las sagradas formas

Gabriel Romanelli habla de los cuatro meses de guerra en Gaza.

Este miércoles 7 de febrero se cumplen cuatro meses de guerra en Gaza, que se inició con un ataque que dejó más de mil muertos en suelo israelí. Las represalias no tardaron en llegar y, hasta la fecha, se calcula un balance de más de 27.000 muertos y 66.000 heridos en ambos bandos.

Pese a los llamados a la paz, oración y alto el fuego de las autoridades políticas y religiosas, el conflicto no parece atenuarse. Los civiles sufren cada vez más las consecuencias. Hace meses que se pueden leer titulares como colas de seis horas para encontrar pan y agua en Gaza o, más recientemente, que Los niños palestinos de Gaza suplican por un sorbo de agua o una rebanada de pan.

El desabastecimiento también afecta a los católicos en su día a día. De ello habló recientemente el sacerdote Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia, única iglesia católica de Gaza. El sacerdote cifraba al comienzo de la guerra en 135 el número de feligreses, si bien muchos han perdido la vida, cerca de una treitena, la mayor parte asesinados, como sucedió con dos católicas abatidas por un francotirador.

Parroquia, pero también campo de refugiados, hospital y casa

Entrevistado por Radio Francia Internacional el pasado 1 de febrero, Romanelli, alejado de su parroquia e incapaz de regresar, cuenta que La Sagrada Familia se ha convertido en el hogar de los fieles, donde viven. Los católicos en Gaza ven pasar los días de guerra desde una parroquia que también es de facto un «campo de refugiados», pero que hace las veces de centro de ayuda a enfermos, heridos y discapacitados, limpieza e incluso hospital de hasta 600 refugiados.

El desabastecimiento es para Romanelli una de las principales amenazas de la actividad parroquial. Fundamentalmente para la celebración de la misa, que en la Sagrada Familia se celebraba dos veces al día hasta no hace mucho.

«Ya no se celebra -dos veces al día- para racionar las hostias y el vino. Esto es un problema real que tenemos en la Franja. Ahí, desde hace años, no entran muchos productos por distintos motivos. Las bebidas alcohólicas están prohibidas», agrega.

En los últimos días, Romanelli ha relatado a Alfa y Omega que han empezado a fraccionar las sagradas formas porque «se están agotando», si bien sabía que «no era una solución a largo plazo».

Tras cuatro meses de guerra en Gaza, se acaba la harina para sagradas formas.

El párroco, consciente de que «mientras sea de trigo», la Iglesia permite «in extremis» el uso de pan con levadura para la consagración y comunión, se disponía a llevar a cabo la idea cuando dieron con una solución. Las religiosas del Hogar Niño Dios, en Belén, disponen de un gran horno que le proporcionó la fundación italiana Casa del Espíritu y de las Artes como parte del proyecto El Sentido del Pan. Romanelli no dudó en hacer uso del mismo para preparar las sagradas formas.

«A simple vista puede parecer tan sencillo como trabajar con harina y agua, pero justamente eso hace que sea muy complicado», asegura.

En el mercado negro para conseguir harina

Cumplidos los cuatro meses de guerra en Gaza, las reservas de harina se han agotado. Y cómo casi toda la ayuda humanitaria llega por el sur, a la parroquia, en el norte, solo llegan «las migajas».

La situación ha llevado al sacerdote y los fieles de Gaza a adentrarse en el mercado negro para obtener el ingrediente principal, trigo molido.

«Conseguimos comprar varios kilos de harina para poder hacer pan con el que alimentar a los 600 refugiados que tenemos acogidos en nuestra parroquia, pero a un precio desorbitado: 630 shéquels (unos 160 euros), cuando habitualmente un kilo te cuesta 40″, lamenta.

Reservan buena parte del trigo para la elaboración de las sagradas formas de la misa. Pero la escasez también afecta al vino.

«Aquí no se comercia con alcohol, por lo que lo usamos de gota en gota. Antes de la guerra, una vez el nuncio y otra vez el patriarca nos lo traían para aguantar el resto del año», afirma, si bien empieza a pensar en producirlo por sus propios medios. «La máquina con la que hacemos las formas consagradas necesita mucha energía. No nos vale con la que producimos con los paneles solares».

«Es difícil hablar de perdón, pero es nuestra misión»

El párroco de la Sagrada Familia mantiene la esperanza y decisión en su misión como sacerdote.

«Queremos trabajar por la paz, ser llamados hijos de Dios. Y para trabajar por una paz verdadera hay que trabajar y hay que implorar y hacer todo lo posible para que haya justicia, ya que la paz también es fruto de la justicia. En este momento parecería difícil hablar de perdón y reconciliación. Pero ésa es nuestra misión. Eso es lo que proclamó Jesucristo, incluso con su vida. Nosotros también, queridos hermanos, tratemos de poner el sentimiento y los actos de perdón, de justicia y de paz en cada uno de nuestros actos», agrega a Radio Francia Internacional.

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