El 15 de julio se conmemora la dedicación de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, que se realiza en esta fecha puesto que se remonta según la tradición al 15 de julio de 1149, hace 871 años. Y este año se ha celebrado de una manera diferente debido al coronavirus, pues la presencia de fieles ha estado muy limitada.
Según explica la Custodia de Tierra Santa, y por tanto de este emblemático lugar, en septiembre del año 355 fue consagrado el complejo de edificios construidos por el emperador Constantino y su madre, Santa Elena, llamada Basílica de la Anástasis o Santo Sepulcro, y que a lo largo de los siglos ha ido sufrido una serie de importantes transformaciones.
La basílica actual es una síntesis de lo que queda de los edificios Constantinianos y del edificio construido por los cruzados. Reúne bajo el mismo techo los lugares del Calvario y el Sepulcro, mostrando así que la muerte y la resurrección del Señor no puedes ser separadas.
El Custodio de Tierra Santa, el padre Francesco Patton, ha presidido esta celebración y en su homilía se centró en la belleza desfigurada y transfigurada, como una posible síntesis de la fiesta que se celebra.
«Estos dos aspectos», dijo el Padre Patton, «conciernen a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado y resucitó, conciernen a la Iglesia y a cada uno de nosotros«. La belleza desfigurada se puede encontrar en la primera lectura (Isaías 53,2-5), y una referencia a la belleza que se transfigura y se remonta a Cristo resucitado se puede encontrar en los versos del salmo (Salmo 15 [16], 10) y en el Evangelio (Lucas 24,5-7).
«Este lugar, y el día de la fiesta de hoy, nos recuerda que también hay una belleza desfigurada y transfigurada en la Iglesia«, dijo el padre Patton.
De este modo, el custodio agregó que «si celebramos la dedicación que tuvo lugar en la época de los cruzados, es porque la basílica de Constantino fue en gran medida destruida y restaurada en varias ocasiones. Es como si este lugar lleva en sí mismo físicamente no solo el recuerdo de la Pasión y la Resurrección del Señor, sino también la pasión y la resurrección de la Iglesia: la pasión y la resurrección que el Cuerpo de Cristo vive en la historia como una extensión de la pasión y la resurrección de su cabeza”.
Antes de la conclusión, el padre Sinisa Srebrenovic, el primer sacristán del Santo habló para agradecer a los pocos fieles presentes y al Custodio. «En los 800 años de presencia franciscana que se acaba de celebrar, las últimas décadas han visto un flujo muy elevado de peregrinos, pero la mayoría de nuestros predecesores experimentaron una situación similar a la actual, rezando y protegiendo los lugares sagrados en nombre del Iglesia Católica. Como comunidad franciscana, trabajamos junto a ellos, continuando orando por todos los que están aquí y por aquellos que no pueden estar físicamente presentes en estos lugares».