Los arqueólogos estudiarán por primera vez uno de los lugares donde estuvo depositada el Arca de la Alianza

A partir del mes de agosto comenzarán las excavaciones arqueológicas en uno de los pocos lugares bíblicos importantes que quedaban sin estudiar, y donde fue venerada durante dos décadas el Arca de la Alianza. Se trata de Kiryat-Yearim, un enclave de Judea situado a 13 kilómetros al oeste de Jerusalén en tiempos de los jueces y del Rey David, en torno a la colina donde hoy se alza el monasterio de Deir El-Azar.

Los trabajos arqueológicos serán dirigidos por Israel Finkelstein, de la Universidad de Tel Aviv, y Christophe Nicolle y Thomas Römer, del Colegio de Francia.

Israel Finkelstein es autor de varios libros sobre la arqueología de Israel.

“El lugar es importante por varias razones”, explicó Finkelstein a The Times of Israel: “Es un lugar grande y central en las colinas de Jerusalén que hasta ahora no había sido estudiado. Tal vez sea el único sitio clave de Judea que no ha sido sometido a una excavación arqueológica sistemática”.

El monasterio que hay allí actualmente fue construido en el siglo XX y está consagrado a Nuestra Señora del Arca de la Alianza. Se alza sobre las ruinas de un edificio bizantino y se cree que el terreno está relativamente poco alterado por las intervenciones a lo largo de los siglos.

E incluso es probable que, enterrado, pueda existir un antiguo templo, cuyo descubrimiento aportase a los expertos nuevos datos sobre el culto judío en tiempos del Rey David.

En los capítulos 4 a 6 del primer libro de Samuel se cuenta la derrota de Israel a manos de los filisteos, quienes se apoderaron del Arca y la tuvieron consigo siete meses, cuando se la devolvieron: “Fueron, pues, los habitantes de Kiryat-Yearim y subieron el arca de Yahveh, llevándola a la casa de Abinadab, sobre la colina, y consagraron a su hijo Elazar para guardar el arca de Yahveh. Y pasó mucho tiempo después que fue el arca depositada en Kiryat-Yearim, esto es, veinte años, y toda la casa de Israel suspiró en pos de Yahveh” (I Sam 7, 1-2).

El Arca de la Alianza, en tiempos del Éxodo, según un grabado de 1728.

Esa colina donde vivía Abinadab es la que ocuparía ahora el monasterio. Allí se conservó hasta que el Rey David decidió llevarla a Jerusalén, y por tanto tuvo que ser un lugar sagrado: “El lugar donde estuvo el Arca de la Alianza no pudo ser un campo o bajo un árbol, tuvo que ser un importante lugar de culto”, dice Finkelstein. A partir del verano se verá si aparecen sus restos.

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