En Adviento, las miradas de la liturgia enfocan a Ain Karem, un sitio donde, según la tradición, vivía la familia de San Juan Bautista (es decir, sus padres, Isabel y Zacarías) y donde María acudió a ayudar a su pariente, embarazada. Es el lugar de la Visitación y del Magníficat.
Así, este domingo 19 de diciembre, los católicos de todo el mundo escucharon la lectura sobre la Visitación en el evangelio de Lucas. El Papa Francisco alabó tras el rezo del Ángelus el modelo de María, señalando sus enseñanzas:
– “no se desanima, no se desespera, sino que se levanta. No mira hacia abajo, hacia los problemas, sino a lo alto, hacia Dios. Y no piensa a quién pedir ayuda, sino a quién ayudar”
– pensó «en quien lo necesita”, en su caso su pariente Isabel, que era mayor y estaba embarazada.
– salió «de viaje con generosidad, sin dejarse intimidar por los inconvenientes del viaje, respondiendo a un impulso interior que la llama a hacerse cercana y a ayudar”
– lo hizo “compartiendo su alegría”, «la alegría que llevaba en el corazón y en el vientre”, “va donde ella y proclama el Magníficat”
La Visitación, pintada en la iglesia de la Visitación en Ein Karem, Tierra Santa
Así, el Papa animó a «levantarnos, para no empantanarnos en los problemas, hundiéndonos en la autocompasión y en una tristeza paralizante«. “Dios es grande y está preparado para levantarnos si nosotros le tendemos la mano”, insistió el Pontífice señalando a María.
«El primer acto de caridad que podemos hacer al prójimo es ofrecerle un rostro sereno y sonriente. Es llevarles la alegría de Jesús, como hizo María con Isabel”, dijo Francisco. E invocó a “la Madre de Dios” para que “nos tome de la mano, nos ayude a levantarnos y caminar con prontitud hacia la Navidad”.
Isabel y María, el encuentro de las dos embarazadas: escultura moderna junto a los textos del Magníficat en varios idiomas en Ein Karem
La huella de María e Isabel en Ein Karem
Pero mientras el Papa predica esto desde Roma, en Ein Karem, el lugar del Magníficat, escasean los peregrinos. Pudimos visitarlo a finales de noviembre, junto con otros lugares de Tierra Santa. Después, en diciembre, la expansión de la variante ómicron del coronavirus volvió a limitar mucho los viajes al país de Jesús.
Ein Karem -donde vivían Isabel y Zacarías- está a unos 20 km de Jerusalén -donde Zacarías tenía su turno en el Templo, como sacerdote- y a unos 150 de Nazaret, de donde vino María. Es una zona «en las montañas de Judea», como detalla el Evangelio de Lucas, con buenos manantiales de agua.
Ya en el s.V había allí una iglesia bizantina, marcando el lugar natal de San Juan Bautista. Fue destruida. Los cruzados construyeron otra encima. También fue destruida con la victoria musulmana. Durante un tiempo unos monjes armenios guardaron el lugar. Luego se lo quedó una familia árabe.
El custodio franciscano de la Visitación en Ain Karem
En el siglo XVII los franciscanos compraron la ubicación y en 1885 pudieron construir la actual iglesia de la Visitación, con una parte superior posterior, en 1938, obra del arquitecto italiano Antonio Barluzzi (1884–1960), al que llaman «el arquitecto de Tierra Santa» por sus muchas intervenciones en el país.
La Devoción mariana en imágenes
En el jardín de la zona inferior, una pared muestra el texto del Magníficat en placas de cerámica en distintos idiomas. Hay más de 50 placas. En el mismo jardín, una estatua muy moderna de metal, esquemática y casi simbólica, muestra el encuentro gozoso entre las dos embarazadas.
La planta superior, de una sola nave, en un estilo que España se consideraría modernista o neo-romántico, muestra escenas pintadas de la tradición mariana católica:
– las bodas de Caná
– el concilio de Éfeso (cuando en el año 431 de reconoció a María como Madre de Dios)
– María como «Señora de la Misericordia», que extiende su manto sobre el dolor de los hombres
– la escena en que Duns Scoto defiende en París la Inmaculada Concepción de María
– la bendición del legado papal a Don Juan de Austria ante la batalla de Lepanto en 1571, contra los turcos, que difundió la devoción a la Virgen del Rosario
En una de estas imágenes, entre otros personajes, se observa un retrato de Barluzzi, el arquitecto, laico terciario franciscano, poco dado a dejarse retratar.
En la zona inferior, se conserva un pozo (se dice que era el que usaba Isabel, o toda la familia del Bautista) y una roca donde Isabel se escondió milagrosamente con su bebé Juan para protegerse de la Matanza de los Inocentes, según el Protoevangelio de Santiago (bastante antiguo, del siglo II): «la montaña se abrió, y la recibió. Y había allí una gran luz, que los esclarecía, y un ángel del Señor estaba con ellos, y los guardaba», dice en su capítulo 27,3.
Abunda la simbología en vidrieras y otros espacios de palmeras datileras y de dátiles, símbolo de hartazgo y abundancia, y por lo tanto de gracia rebosante, aplicable a María, la Kejaritomene, la Rebosante de Gracia.
Cinco peregrinos de Ucrania
En el día que lo visitamos, un lunes de noviembre, antes de restringirse otra vez los viajes turísticos, un franciscano de lengua hispana está al cargo del lugar, ayudado de un sacristán. Distingue mucho entre «peregrinos» y «turistas», pero no hay apenas de unos ni de otros. En ese momento una guía rusa acompaña a un sacerdote grecocatólico y cuatro acompañantes laicos llegados de Lvov, la zona más católica de Ucrania. Han celebrado la misa solos en el templo. No aparece nadie más.
María, en el Evangelio, se puso en pie para ayudar a su prima, ya avanzado su embarazo, pero aún falta para poder ponerse en pie y visitar los Santos Lugares, que esperan con ansia la llegada de peregrinos.
Mientras tanto, las palabras de María en el Magníficat siguen resonando para recordar al Niño pequeño que viene, para «derrocar a los poderosos y elevar a los humildes».