«De Egipto he llamado a mi hijo» dice el profeta (Oseas 11,1). El fraile egipcio Imad Kámil Wahba Rafael ha pronunciado su profesión solemne en Belén, entregándose definitivamente a la Orden de San Francisco.
Fray Imad, cuyo nombre en árabe significa «bautismo», es originario de un pueblo del Alto Egipto. «He crecido en una familia de rito copto católico. Mis padres han sido un modelo de amor y su ejemplo me ha ayudado a crecer serenamente. La figura del sacerdote siempre me ha atraído; lo que me atraía era el hecho de que es "un hombre de Dios". Siempre he sentido este deseo de ser un hombre de Dios». Entró en la provincia franciscana de la Sagrada Familia, en Egipto, antes de solicitar formar parte de la Custodia de Tierra Santa. Desde hace un año y medio está en Belén.
«Acojo a los peregrinos que visitan el Campo de los Pastores y es una hermosa misión. Acoger con el corazón abierto, con una oración o una bendición es una gran responsabilidad porque represento a San Francisco, a la Orden y a la Custodia ante estas personas que no recordarán mi nombre, sino solo que se han encontrado con un franciscano».
Por motivos políticos es díficil obtener un visado de Egipto y fray Imad ha pronunciado su profesión solemne en presencia solo de su hermana, pero estaba rodeada de los parroquianos de Santa Catalina, sus amigos y los frailes franciscanos.
Respondiendo a la llamada del custodio con un «Heme aquí», fray Imad se han entregado a una vida de oración, de castidad, pobreza y obediencia. Preparado para dar testimonio de Cristo, para servir a la Iglesia siguiendo los pasos de San Francisco, ha entregado definitivamente su vida a Dios.
Postrado en tierra ante el altar mientras la asamblea cantaba la letanía de los santos, se ha alzado después y ha puesto sus manos entre las del custodio para pronunciar los votos, prometiendo vivir según la Regla de la Orden franciscana. Después ha recibido la bendición solemne del custodio. Inmediatamente después ha habido una explosión de aplausos y «yuyus» en la iglesia, mientras los frailes abrazaban al nuevo profeso solemne.
«Experimento una alegría inmensa pensando en la grandeza de este don recíproco», ha declarado. «Mi consagración es un regalo de Dios. Me siento tan pequeño, conozco mis límites y mis pecados y consagrarme a Dios es solo posible por su gracia. Me ha elegido y llamado tal y como soy, sin tener ningún mérito».
El futuro es todavía una incógnita para fray Imad, pero está preparado: «Señor, enséñame a estar siempre a la escucha de tu gracia y haz de mí como si yo fuera un cristal que transparenta los rayos de tu amor y de tu misericordia dondequiera que me envíes».