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Tres jóvenes ordenados en Tierra Santa: entrenados para la misión, y preparados también para Arabia

El pasado sábado 16 de junio la Iglesia Católica en Tierra Santa vivió un momento de gran alegría con la ordenación como sacerdotes de tres jóvenes del Patriarcado Latino de Jerusalén. Uno de ellos es israelí, otro es polaco y un tercero es español.

“¡Os deseo que seáis tierra buena: el lugar donde la semilla de Dios pueda crecer y dar fruto. Y que estéis siempre al servicio de la Iglesia, del ministerio que os ha sido confiado! Que todos aquellos que os encuentren puedan decir: ‘¡Hemos encontrado al Señor!’. Seguid siendo diáconos, es decir, servidores”.

Este fue el deseo y la petición que monseñor Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén y anterior custodio de Tierra Santa, realizó a Marek, Miguel y Sliman. Estos jóvenes se han formado en el Seminario Redemptoris Mater de Galilea, y sus vocaciones han nacido en la experiencia del Camino Neocatecumenal.

Jóvenes pero con importante experiencia misionera

Marek Kurzydłowski, con 32 años, es polaco, originario de Hrubieszów, en la región de Lublin, en el sudeste de Polonia, cerca de Ucrania. Durante su formación en el seminario estuvo en misión durante dos años en Baréin, y más adelante sirvió como diácono en Palestina, en la parroquia latina de Rafidia.

Miguel Pérez Jiménez, con 26 años, originario de Murcia, España es el cuarto de diez hijos. Durante un tiempo estuvo en misión en Jordania y en Eilat (zona turística en el Mar Rojo), y sirvió como diácono en la parroquia de Al-Fuheis en Jordania.

Sliman Hifawi, con 29 años, originario de Jaffa (Tel Aviv) es el primer sacerdote originario del territorio de Israel y Palestina ordenado para el Patriarcado Latino proveniente del Seminario Redemptoris Materde Galilea. Este joven ha vivido un periodo de misión en Baréin, Kuwait y Eilat antes de realizar su servicio diaconal en la parroquia de Shefa’mer en Galilea.

Una ceremonia internacional

El arzobispo latino presidió la celebración en la Domus Galileae, la casa que el Camino Neocatecumenal tiene en Tierra Santa, concretamente junto al Mar de Galilea. Casi 1.000 personas participaron en la celebración, que concelebraron Camillo Ballin, vicario apostólico de Arabia del Norte, Hanna Kildani, vicario patriarcal para Israel, Giacinto Boulos Marcuzzo, vicario patriarcal para Palestina. También participaron representantes de los distintos ritos católicos en Tierra Santa, como los melquitas y maronitas.

Igualmente, llegaron personas de los países de origen de los jóvenes así como cristianos de la península arábiga y de las parroquias de Tierra Santa en las que han hecho misión durante este tiempo.

Según informa el Patriarcado en una nota, la misa con el rito de ordenación se celebró en italiano y árabe, la asamblea – no obstante la diversidad de lenguas y culturas – se convirtió en un corazón y una sola alma. Particularmente impresionante fue el momento de las letanías cantadas en árabe mientras todos invocaban la intercesión de los santos sobre los ordenandos postrados por tierra como signo de su total donación a Cristo.

«Todo tiene que tener como referencia a Dios»

En la homilía monseñor Pizzaballa hizo hincapié en la parábola del sembrador, dando luz a algunas actitudes y virtudes necesarias para la vida sacerdotal, que se podrían sintetizar en paciencia, espera y vigilancia, humildad y servicio, oración incesante. “Creo que no sea una casualidad este pasaje del Evangelio al inicio de vuestro recorrido sacerdotal”, dijo el Arzobispo latino de Jerusalén, meditando sobre la descripción simple y precisa, ofrecida por el evangelista Marcos, de la planta que crece de la semilla tirada en la tierra. “Un desarrollo que no depende de quién siembra”, subrayó Pizzaballa.

“El sembrador no es el patrón de la obra, sino que debe esperar y permitir que la semilla crezca”. Por esto es necesario vivir en una espera vigilante, teniendo siempre presente que quien cumple la obra es Dios. Por otro lado, continuó, “sin un terreno bueno, la semilla no puede crecer; la semilla es la Palabra, es la presencia de Dios, es todo aquello que Él lleva adelante, como vuestra vocación”.

Labor de los ministros ordenados es “ser aquellos que saben arar la tierra, que saben hacer que la semilla de Dios dé fruto y no adueñarse de él”. El riesgo es entonces “pensar que habiendo sido ordenados presbíteros ha llegado el momento de comandar, de administrar la parroquia como una posesión, según la propia imagen y semejanza”.

Al contrario, indicó, “no sois dueños, todo tiene que tener como referencia a Dios, al Señor Jesús, y vosotros sois ministros, seguís siendo diáconos, es decir servidores de esta obra”.

«Al servicio del Reino de Dios»

La exhortación es entonces primeramente “saber cultivar el propio corazón y la propia vida sacerdotal”. Una dimensión importante que hay que tener presente es aquella del tiempo, por lo que hay que poner atención a “no sentir que ya se ha llegado a la meta, sino estar siempre dispuestos a aprender, porque el Reino de Dios crece continuamente”. Un actitud esencial para la vida de un sacerdote es la oración: “Ser terreno bueno significa tener continuamente la mente dirigida a Dios; no hay servicio al Señor sin una intimidad profunda con Él, por eso es importante radicarse en la oración”.

Así concluyó el arzobispo la exhortación: “Estad al servicio del Reino de Dios, de la comunidad, y para esto es necesario estar siempre en camino: ¡y vosotros, de hecho, pertenecéis al Camino! Os deseo que seáis terreno bueno: el lugar donde la semilla de Dios, que es Dios mismo, que ha sido sembrada en vosotros y en la comunidad, pueda crecer y dar fruto, según la voluntad de Dios. Y estad siempre al servicio de la Iglesia, del ministerio que os ha sido confiado, y que todos aquellos que os encontrarán puedan decir: ‘¡Hemos encontrado al Señor!’. ¡Porque se vea crecer en vosotros la obra del Señor!”.

Primera misa en Cafarnaúm de los nuevos sacerdotes

Al día siguiente, domingo 17 de junio, los tres nuevos sacerdotes celebraron su primera misa en Cafarnaúm. En este día de fiesta, Padre Miguel testimonió cómo ha visto progresivamente la ayuda del Señor en los nueve años vividos en Medio Oriente, en Jordania y Eilat: “Dios me ha ayudado a crecer en el amor por esta tierra y esta gente con una cultura tan diferente de la mía”.

El español explicó que «estoy muy contento por esta nueva misión que me habéis confiado. No importa a donde me envíen: sirvo a Jesucristo y a la Iglesia Católica, en cualquier parte, porque en todas partes la gente necesita encontrar al Señor. Lo fundamental para mí es nutrir la fe, y yo recibo este alimento y sustento en la comunidad del Camino Neocatecumenal: como ha dicho el Papa Francisco, es muy importante que el sacerdote tenga un vínculo concreto con la comunidad».

Por su parte, el padre Marek comentó: “Espero permanecer siempre unido al Señor, con el apoyo, que hoy siento fuertemente, de la oración de los hermanos, incluso desconocidos, y de la Iglesia. Espero ser aquel siervo que el Señor me llama a ser”.

Lleno de alegría, Padre Sliman Hifawi, delante del escenario del lago de Tiberias aseguró que «viviendo aquí, en Tierra Santa y en los lugares santos, somos fortalecidos por la Palabra del Señor, especialmente delante de este lago donde hemos celebrado esta primera misa: en Cafarnaúm, donde Jesús ha ido a vivir, en la casa de Pedro, desde donde ha iniciado su misión y ha enviado a sus discípulos. Esto nos fortalece delante de nuestra debilidad humana. Nosotros venimos del pueblo y estamos para el pueblo, la iglesia nos ha consagrado para servir el pueblo de Dios, para hacer de él un pueblo santo, elegido por el Señor”.

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