Monseñor Vincenzo Peroni / Custodia de Tierra Santa
El jueves 14 de abril de 2022, en la basílica del Santo Sepulcro, el Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud monseñor Pierbattista Pizzaballa, inauguró las liturgias solemnes del triduo pascual con la celebración de la Missa in Cena Domini. Debido a las normas especiales del Status Quo, que regulan los tiempos y ritmos de la vida litúrgica de las principales basílicas de Tierra Santa, aquí la misa de la Cena del Señor se adelanta a la mañana.
La noche en que fue traicionado, Jesús celebró su Pascua en el Cenáculo, anticipando su Cruz y su Resurrección y entregándose a sí mismo: es la institución de la Eucaristía, es la gran oración de Jesús y de la Iglesia.
“Haced esto en memoria mía”: la obediencia al mandato de Jesús, a través del ministerio sacerdotal, hace partícipes de su Pascua, en todos los lugares y todos los tiempos, a quienes se alimentan de Su Cuerpo entregado y de Su Sangre derramada.
La cena del Señor, celebrada en la basílica del Santo Sepulcro, donde se custodian tanto el Calvario como el Sepulcro vacío, de inmediato hace brillar la unidad del misterio pascual y la relación entre la mesa del Señor y el sacrificio de la Cruz.
El sugerente y evocador rito del lavatorio de los pies hizo visible, una vez más, el profundo sentido de la Eucaristía y de la ofrenda sacrificial de Jesús, Cordero inmolado en el altar de la Cruz: su Amor radical, hasta el final, por los suyos.
Quien se alimenta de la Eucaristía solo puede vivir de ese mismo amor, haciendo de su vida un don total al servicio de sus hermanos.
Con una vibrante e intensa homilía, el Patriarca instó a la Iglesia que vive en Jerusalén a ir más allá de la mirada, aunque necesaria y desencantada, sobre los dramas que todavía afligen la vida cotidiana y social. “En esta situación, nos sale al encuentro la Pascua de Jesús, su entregarse para reunirnos”.
Afirmó rotundamente el prelado: “Ante nuestros miedos, en el corazón de nuestras cerrazones, de nuestras puertas tapiadas, Él se abre paso no con la magia de soluciones fáciles ni con el juicio despectivo y superficial, sino con una confianza en el Padre más fuerte que el miedo y con un amor por los hermanos más grande que nuestros bloqueos.
Y resaltando la entrega libre de Jesús en la Eucaristía y en manos de sus enemigos, continuó: “Él no rehuyó la decisión de Caifás, no cuestiona el juicio de Pilato, no amenaza a los verdugos; y esto no por un pacifismo impostado o por una simple no violencia pasiva, sino para confirmar una reacción nueva y verdaderamente victoriosa: la reacción de la confianza en Dios y del amor por todos.”
Luego, hizo una importante invitación: «Y ahora permitidme que, como vuestro obispo, dirija una palabra a la Iglesia que el Señor me ha confiado y que hoy vive en esta celebración su más auténtica epifanía. La palabra que quiero trasmitir es para todos, más allá de las legítimas diferencias ministeriales y carismáticas que el Espíritu suscita entre nosotros: ‘Regresemos a la comunidad‘”.
En la misma Santa Misa, el Patriarca también consagró el crisma sagrado y bendijo los santos óleos, que se utilizarán a lo largo del año para la celebración de los sacramentos de la salvación, y recibió la renovación de las promesas de los numerosos sacerdotes presentes.
La liturgia concluyó con la procesión para la exposición del Santísimo Sacramento: tres vueltas alrededor del Edículo (en la tercera vuelta se incluyó también la Piedra de la Unción, pasando por delante del Calvario) antes de entrar en el Sepulcro vacío, donde se colocó el Santísimo Sacramento en el tabernáculo, sobre la tumba del Señor. La Eucaristía es la presencia real, viva y permanente del Señor Crucificado y Resucitado aquí para la salvación de los hombres.
En el secreto y el silencio del Sepulcro, los frailes de la Custodia y algunos fieles aseguran, en nombre de toda la Iglesia, la adoración del Santísimo Sacramento durante todo el día y toda la noche, velando con Jesús en la hora de Getsemaní.
Fotos: PGPO / Custodia de Tierra Santa