Pizzaballa, al entrar en el Patriarcado, anima a la Iglesia local: «Es un momento difícil pero no es el fin»

El Patriarca Pizzaballa besa la piedra de la unción, a la entrada de la Basílica del Santo Sepulcro.

Su Beatitud Pierbattista Pizzaballa, desde 2016 administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, ingresó solemnemente como nuevo Patriarca el viernes 4 de diciembre en la basílica del Santo Sepulcro.

Saliendo del Patriarcado Latino y acompañado por los frailes franciscanos llegó a la puerta de Jaffa, una de las entradas de la ciudad vieja de Jerusalén, que recorrió hasta llegar a la basílica del Santo Sepulcro.

Con el auxilio de la Custodia

Después de besar la piedra de la unción, y tras la incensación y la aspersión con agua bendita, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, le dio la bienvenida: «Como sus hermanos de la Custodia de Tierra Santa, guardianes de este y de los demás Santos Lugares por la Divina Providencia y por voluntad de la Iglesia desde el mandato del Papa Clemente VI en 1342, le acompañaremos y le apoyaremos con la oración, que es parte de la tarea que la Iglesia nos ha confiado”.

Al son del Te Deum, el recorrido del Patriarca continuó hasta el Edículo de la Anástasis, donde entró para tener un momento de oración junto al padre Patton.

Seguidamente, monseñor Leopoldo Girelli, nuncio apostólico en Israel y Chipre y delegado apostólico en Jerusalén y Palestina, leyó el Evangelio y la Bula Apostólica del nombramiento. Por su parte, monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo emérito del Patriarcado Latino de Jerusalén, se dirigió a él en árabe para pedirle que sea «un verdadero ‘padre’ de esta Iglesia Madre de Jerusalén”.

Luego tomó la palabra el Patriarca Pizzaballa, quien agradeció las promesas de colaboración recibidas: «Sé que no estoy solo. Sin la colaboración de su presbiterio, de los religiosos y de sus fieles, el obispo no podría guiar a su rebaño, y no sería imagen del Buen Pastor… Sé que desde distintas partes de la diócesis y del mundo, muchos fieles y peregrinos de nuestra diócesis y de otras, se unen en torno a mí en oración”.

Primera misa

Al día siguiente, sábado 5 de diciembre por la mañana, el Patriarca presidió su primera misa solemne en el Santo Sepulcro. Una misa también restringida y a puerta cerrada debido a las restricciones impuestas por las autoridades locales para combatir la pandemia. “Somos la Iglesia del Calvario, es cierto. Pero precisamente en el Calvario, del corazón traspasado de Cristo, nace la Iglesia”, señaló el Patriarca en su comentario al Evangelio. “Cristo en la cruz no es solo sufrimiento redentor, sino sobre todo amor y perdón. Por eso también somos la Iglesia del amor, que no duerme nunca, que vela continuamente, que sabe perdonar y dar la vida, siempre, sin condiciones”.

“Encomendamos este nuevo ministerio a la Virgen Santísima”, concluyó Su Beatitud Pizzaballa. “Mujer fuerte e íntegra, que está al pie de la Cruz, pero también Virgen de la alegría por el encuentro con Cristo resucitado. Siguiendo su ejemplo podemos resistir las pruebas y, gracias a la acción del Espíritu, vivir plenamente la alegría de sentirnos siempre amados por Dios”.

«No es el fin»

Días antes, monseñor Pizzaballa se había reunido con diversos medios para comentar su inmediato futuro. Recordó que lleva treinta años en Jerusalén, y que la Ciudad Santa le ha «modelado». Ha sido Custodio de Tierra Santa entre 2004 y 2016, y desde entonces administrador apostólico del Patriarcado, pero hay una diferencia con la situación actual, a pesar de la continuidad: «Una cosa, como administrador, es apagar fuegos, y otra es sembrar, plantar y hacer crecer: otra responsabilidad y perspectiva».

Resaltó un elemento que será fundamental en su apostolado: «Aquí la comunidad me conoce, en mis aspectos positivos y también mis límites».

Monseñor Pizzaballa resaltó que «el elemento local de la Iglesia es obvio y claro: es una Iglesia que tiene una identidad árabe evidente«. Pero «nombrar una persona no árabe ya no se lee como podría leerse hace cuarenta años, es también una invitación a pensar en la vocación universal de esta Iglesia».

Y definió así la Iglesia en Tierra Santa: «Nosotros somos la Iglesia que custodia concretamente la historia de la Redención. Es el lugar donde se escribió la Palabra de Dios», y donde ésta acompaña a los cristianos «de una manera especial», lo que aporta un particular «sentimiento de pertenencia» y una «identidad cristiana» singular.

Para Tierra Santa, el covid ha sido devastador. Por un lado, la confusión creada, pues el Patriarcado incluye cuatro países con sus respectivas legislaciones, distintas en el abordaje de la pandemia. Luego, porque no se ha podido celebrar la Pascua con normalidad y algo similar sucederá con la Navidad, siendo así que estas celebraciones constituyen «el eje en torno al que vive la comunidad».

Y también porque «las consecuencias económicas son catastróficas, especialmente en Palestina y Jordania, sobre todo por la falta de peregrinos y turistas. Hay más de cien familias cristianas que desde marzo no tienen trabajo y por ello, no consiguen literalmente llegar a fin de mes». Además, «el sistema escolar está en crisis».

«Lo que siento que debo decir a mi comunidad es que no es la primera vez que estamos en crisis: hemos tenido muchas intifadas que han bloqueado todo. Me gustaría decirles que no vivan esta situación como el final, como un drama, es un momento difícil pero no es el fin. Tenemos los elementos para mantenernos en comunidad: no podemos tener a los peregrinos, pero es el momento en que la comunidad puede reencontrarse a sí misma», concluyó el Patriarca Pizzaballa.

Artículo elaborado con información de la Custodia de Tierra Santa.

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