Este año coincidieron Pentecostés, este domingo, y la festividad de la Visitación de la Santísima Virgen a su prima Santa Isabel, que se celebra cada 31 de mayo. Del Cenáculo en Jerusalén a la basílica de la Visitación en Ein Karem, prácticamente un barrio de la Ciudad Santa, los frailes de la Custodia de Tierra Santa vivieron ambas fechas con la escasez de fieles propia de la situación, pero con la alegría de la incorporación de un grupo de frailes a distintos ministerios.
El domingo, el padre Francesco Patton celebró misa solemne en la iglesia de San Salvador, en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja, durante la cual recibió en el lectorado a 14 hermanos y en el acolitado a 15. «El Espíritu Santo es esencial para la vida del cristiano y de la Iglesia», dijo el Custodio, quien ensalzó la «diversidad en la unidad» de su acción, que «consolida, vivifica y embellece» esa unidad.
Por la tarde, se rezaron Vísperas en el Cenáculo, en una de las dos únicas veces en las que los católicos pueden rezar en el lugar, sobre cuya propiedad hay una disputa con el Estado de Israel. Los franciscanos lo recibieron en 1333 como don de los reyes de Nápoles, y fueron expulsados en 1551 por los otomanos. Solamente en Jueves Santo y en Pentecostés puede la Iglesia celebrar actos de culto en el lugar donde los Apóstoles, reunidos junto a la Santísima Virgen, recibieron el Espíritu Santo.
«Ésta fue la primera sede de la Custodia de Tierra Santa, el lugar desde el cual la Iglesia nos confió la misión de custodia de los Lugares Santos», señaló el padre Patton.
El lunes, unos pocos frailes de desplazaron hasta Ein Karem, a la basílica construida por el arquitecto Antonio Barluzzi entre 1938 y 1955, para celebrar allí la misa solemne. La Visitación es una fiesta que los franciscanos celebran desde 1263, y que el Papa Urbano VI extendió a toda la Iglesia en 1389.
En su homilía, el padre Patton habló de los «pies de María» como «pies de quien evangeliza, de quien se pone en camino a toda prisa para ir desde Nazaret hasta Ein Karem a compartir a alegría de la maternidad y la alegría de la salvación que se avecina». Tomando este modelo, se preguntó: «Nosotros estamos llamados a evangelizar, es nuestra vocación cristiana y franciscana. ¿Cómo son nuestros pies? ¿Saben moverse rápidamente?».
Tras la misa, los frailes de la Custodia fueron en procesión hasta la cripta de la Visitación, donde se leyó el texto del Evangelio sobre el encuentro entre la Madre de Dios y la madre de San Juan Bautista.
«El santuario de la Visitación nos habla de una alegría existencial, ontológica, de la parte más profunda de la persona humana, representada por el vientre de Isabel y por el vientre de María Santísima», afirmó el padre Nicolás Márquez-Gutiérrez, guardián del convento de la Visitación, según recoge Beatrice Guarrera en el portal de la Custodia: «Una alegría donde se produce el encuentro [con Jesús] que puede dar sentido al sufrimiento y a la muerte».
Imágenes: Custodia de Tierra Santa.