Las cornetas y tambores de los exploradores están callados. Tras la vigilia pascual en la parroquia de San Salvador de Jerusalén, salieron desfilando por las calles del barrio cristiano, llevando el fuego nuevo a las casas, símbolo de la resurrección.
Las puertas de la basílica del Santo Sepulcro no se cierran por la noche, y las misas en la tumba vacía se suceden hasta el comienzo de la misa solemne.
Lo hace, con la alegría del Resurrexit Dominus. Alleluia!, en un templo abarrotado de fieles de todo el mundo, entre ellos los cónsules generales de las cuatro naciones tradicionalmente de rito latino: Bélgica, España, Francia e Italia.
Los fieles, reunidos en torno a la tumba vacía, se sientan en el suelo, o se sitúan de pie junto al Edículo, ocupan los bancos…
"Es un sueño estar aquí. Hemos venidos hace dos semanas para descubrir Tierra Santa y hemos concluido con la Semana Santa. La energía que se siente aquí es increíble. Vuelvo a casa renovado", explica Andrés, un peregrino brasileño que llegó hace dos semanas para descubrir Tierra Santa y ha asistido a todas las ceremonias de Semana Santa en el Santo Sepulcro.
El impulso evangelizador de la Resurrección
En su homilía, el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal, pide que el hecho de la Resurrección tenga una traducción práctica en nuestras vidas y las haga misioneras: "Como las santas mujeres ante la tumba vacía, nos dejamos invadir por la angustia del vacío, de la ausencia. ¡Pero no nos dejemos vencer por el miedo! Porque Cristo nos pide que llevemos al mundo su mensaje, como María Magdalena a los discípulos. Todos están esperando esta Buena Noticia: Dios-amor, hecho hombre, nos libera de la muerte y del pecado".
"Es la fe", explicó, "ese don sobrenatural de Dios que produce sus frutos en el corazón del hombre, la que transformó a las mujeres en misioneras. Como ellas, también nosotros estamos llamados a vencer nuestros miedos y nuestros prejuicios para llevar nuestro testimonio a esas multitudes de no creyentes que la esperan".
Monseñor Twal recordó a los olvidados, a los enfermos, a los ancianos y a los refugiados, a todos los inocentes que sufren, y en particular mencionó a las víctimas de los atentados de Bruselas y a sus familiares.
"Hoy el Señor nos invita a enterrar nuestros deseos mundanos, nuestras divisiones, hostilidades, falte de fe y amor, y nuestros egoísmos en su tumba, para poder renacer y ascender con Él a una nueva vida, una vida de misericordia", concluyó.
Tras la comunión, la procesión solemne dio una vuelta en torno a la tumba. Los cuatro Evangelios de la Resurrección fueron leídos por cuatro diáconos al norte y sur del Edículo, en la Piedra de la Unción y en la entrada a la tumba, vacía ya para siempre. Durante la procesión, los seminaristas entonaron el cántico "Al Masih qam min baina al amwat [¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!]".