Muy cerca de Belén existe un santuario mariano dedicado a Nuestra Señora del Huerto, construido gracias al aporte económico de los católicos uruguayos y argentinos. El «Hortus Conclusus» (Huerto Cerrado) se levanta en los mismos jardines donde, según una piadosa tradición, el rey Salomón habría compuesto el «Cantar de los Cantares».
Según el poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, se trata de «la más hermosa y definitiva consagración de dos naciones hispanoamericanas ante el mundo civilizado por el cristianismo».
Origen de la advocación
A diez kilómetros de Jerusalén, y a corta distancia de Belén, existe un pequeño oasis rodeado por un árido desierto, en el lugar denominado por los árabes Urthas, que es el antiguo Etham de la Biblia; y es el sitio más ameno y fértil de toda la Judea.
«Encuéntranse en este lugar tres grandes recuerdos clásicos del reinado de Salomón: los estanques, la fuente sellada y el huerto cerrado, con la particularidad de que el Huerto Cerrado y la Fuente Sellada, que existen en las inmediaciones de Etham, son figuras bíblicas de María; pues afirman los Santos Padres que María es Huerto y Fuente por su fecundidad, por habernos dado el Salvador del mundo; pero Huerto ‘cerrado’ y Fuente ‘sellada’ por su virginidad», escribió Mariano Soler, primer arzobispo de Montevideo.
A continuación, Soler describe los tres estanques de Salomón, que contenían «en total cuarenta y dos millones doscientos treinta mil litros de agua; la Fuente Sellada, llamada así porque cuando se ve correr el agua, ya está fuera de su nacimiento, signo de la fecundidad perpetua de María a través de los siglos; el Huerto Cerrado, cerrado materialmente por las montañas altísimas que lo circundan».
Ese lugar aún hoy es conocido por los árabes como «Bestan Suleiman», Jardines de Salomón, y se halla en el fondo de un valle rodeado por montañas. En una de las laderas occidentales se levanta la aldea de Urthas u Ortás, que hacia 1897 contaba con unos 600 habitantes.
Durante el gobierno de Máximo Santos (1882-1886), en Uruguay se vivió una de las más violentas persecuciones anticlericales. Mariano Soler, blanco predilecto de aquella persecución, llegó a recibir amenazas de muerte. El obispo, para protegerlo, decidió enviarlo fuera del país. El 9 de mayo de 1885 Soler viajó a Roma, y desde allí emprendió su primera peregrinación a Tierra Santa.
Estando en Tierra Santa, un fraile lo llevó a visitar los «Jardines de Salomón». Al señalar aquel rincón fecundo y hermoso, el guía árabe de la excursión mencionó las palabras inspiradoras: «¡Huerto cerrado…! ¡Fuente sellada…!». Entonces Soler vivió lo que él mismo llamó un «momento solemne», una experiencia religiosa inefable que lo acompañaría el resto de su vida.
«Al oír esas palabras, así… de improviso, en aquel lugar… en presencia de aquel mismo ‘Huerto’ y de aquella ‘Fuente’, que constituyeron el encanto y las delicias del gran Rey que hacía tres mil años, las había celebrado como imágenes y figuras de María en lo que constituyen de la Virgen Madre toda su divinal grandeza, ¡Ah!… entonces mi espíritu se estremeció conmovido en el paroxismo de un gozo soberanamente celestial», comentó.
Como parte de aquella fuerte conmoción religiosa, el sacerdote relata que le pareció «que veía flotar sobre las flores de aquel edén la imagen de ‘María del Huerto’, que reclamaba la erección de un Santuario de parte del Instituto Religioso: Las Hijas de María del Huerto». Aquellas religiosas, junto con las monjas Visitandinas o Salesas, habían sido las dos primeras congregaciones femeninas que se establecieron en el Uruguay, en 1856.
Mariano Soler fue a ver a León XIII y le dijo: «Padre Santo: al viajar por Palestina, me encontré con el delicioso Edén de Salomón, denominado ‘Hortus Conclusus’, mencionado en el Cantar de los Cantares que, como Vuestra Santidad sabe, es figura de la Santísima Virgen. Al observar que allí no existía monumento alguno dedicado a María, concebí el proyecto de erigirlo».
Soler recordó al Papa que Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, había sido el primero que, en unas letanías a María, compuestas por él, había introducido la invocación: «Hortus Conclusus, ora pro nobis». Entonces León XIII dijo a Soler: «Pues bien, si Santo Toribio ha sido el primero en honrar a María en las letanías con la invocación simbólica de Hortus Conclusus, usted tendrá el honor de ser el primero en procurar se le erija un Santuario en el mismo lugar simbólico de su maternidad virginal».
Inicialmente los musulmanes se opusieron al proyecto del santuario, el principal opositor fue el jeque beduino de Ortás. Soler entonces se unió a una caravana, y durante treinta y ocho días recorrió el desierto de Arabia, siguiendo las huellas de Moisés durante el éxodo del pueblo hebreo, desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Cuando regresó a Jerusalén por el Mar Muerto, todos los obstáculos habían desaparecido.
Debido a las necesidades económicas y a la magnitud de la obra, Soler tuvo que acudir a los católicos argentinos, y en ambas márgenes del Río de la Plata se crearon comisiones para recaudar fondos. Todos los obispos argentinos manifestaron su adhesión al proyecto y recomendaron la obra.
La monumental obra quedó terminada en cinco años. Se había tallado la montaña en una extensión de 70 metros de largo por 36 de ancho y 17 de alto para asentar el edificio, para lo cual se empleó 2.000 kilos de pólvora.
Puedes ver aquí un vídeo sobre el monasterio por dentro.
La comunidad religiosa tomó posesión del «Hortus Conclusus» el 12 de noviembre de 1901. La solemne inauguración se realizó el 2 de julio del año siguiente y el 25 de marzo de 1903 -cumpleaños de Soler- fue inaugurado el Asilo de Huérfanas, con cinco niñas armenias de Belén que, al año siguiente, ya eran veintiséis; las religiosas tuvieron que rechazar a varias por falta de local.