El domingo 17 de enero se conmemoraron las bodas de Caná en la parroquia franciscana de Kafar Canna, en Galilea. Tradicionalmente la misa sirve de ocasión para las parejas de renovar sus promesas matrimoniales en el mismo lugar en el que se recuerda el primer milagro de Jesús que, invitado a una boda, convirtió el agua en vino, que faltaba (Jn 2,1-11).
La pequeña iglesia estaba a rebosar y los parroquianos se agolpaban fuera para asistir a la ceremonia. En ausencia del custodio, fue el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, quien presidió la ceremonia, mientras que el antiguo párroco, fray François Marie Shamiye, pronunció la homilía.
Varias docenas de parejas repitieron su compromiso de amor y fidelidad recíproca. Cada uno hizo la señal de la cruz y besó el anillo del cónyuge antes de colocárselo en el dedo. Anteriormente se habían repartido rosas para la ocasión.
Esta parroquia de los alrededores de Nazaret es muy dinámica. De los tres mil cristianos con que cuenta la ciudad, casi 900 son católicos latinos y frecuentan la iglesia franciscana. En esta fiesta no faltaron a la cita ni el sol ni la convivencia. El almuerzo fue colectivo, en el patio del convento: jóvenes y menos jóvenes, religiosos y familias, hasta el sacerdote ortodoxo vecino.
Algunos franciscanos que en el pasado estuvieron a cargo de la parroquia volvieron para la fiesta. «Es una jornada de alegría -decía uno de los frailes-. Celebramos el compromiso matrimonial de todas las parejas, sus hijos, las familias…».
De hecho, el término árabe para ´alegría´ es «farha», que se utiliza también para referirse al matrimonio de alguien («farehtak», que significa ´tu alegría´, tiene también el sentido de «tu matrimonio»), ¡y esta jornada especial lo ha recordado a todos!