Fue una fiesta para los cristianos locales y para los que llegan de todo el mundo. La procesión del Domingo de Ramos es cada año una de las manifestaciones públicas cristianas más importantes en Jerusalén y también este año la asistencia fue masiva.
La jornada comenzó con la misa en la basílica del Santo Sepulcro. Entre coros, cantos, palmas y ramos de olivo se llevó a cabo la procesión que rodeó tres veces el santo Edículo que contiene el sepulcro de Jesús, como se hace en todas las celebraciones solemnes. Decenas de sacerdotes concelebraron la misa y participaron con devoción.
El momento central del Domingo de Ramos fue la procesión de la tarde, por el mismo camino que recorrió Jesús cuando fue recibido en Jerusalén.
Partió del lugar en que hoy está el convento y la iglesia de Betfagé, para dirigirse a la iglesia de Santa Ana en la ciudad vieja, a pocos pasos de la Puerta de los Leones.
Para la ocasión, los cristianos palestinos de Belén y Ramala obtuvieron permisos especiales para entrar en Jerusalén. Con ellos se encontraban peregrinos de todo el mundo, entre otros de Filipinas, Sudáfrica, Polonia, Suiza y Estados Unidos. Miles de personas de muchas nacionalidades distintas bajaron el Monte de los Olivos agitando palmas y ramas de olivo, entre Hosannas. Con cantos e instrumentos musicales, cada uno en su idioma, alabaron a Dios y proclamaron la alegría de ser cristianos.
Sor María Cielo cuenta: «He vivido como misionera en Tierra Santa, pero hacía ya diez años que no venía a esta procesión. Experimento la misma alegría de siempre. Es alegría y dolor por estar aquí: Jesús fue aclamado por la misma gente que lo traicionó». «Soy scout de Beit Jala: no puedo venir a Jerusalén y por eso esta es una bonita oportunidad», explica un palestino. Agnese y Lucia, dos italianas que han venido en peregrinación, están sorprendidas: «Hay una multitud increíble, un ambiente internacional». «La fe hoy está en todas partes, pero aquí en Jerusalén se siente aún más», afirma Laurence.
En el patio de la iglesia de Santa Ana los parroquianos de la iglesia franciscana de la Custodia de Tierra Santa cantaban y bailaban para mantener la alegría de la procesión. Después, monseñor Pierbattista Pizzaballa pronunció un breve discurso en inglés, del que se hizo eco monseñor Giacinto Marcuzzo, vicario patriarcal para Belén y Palestina.
«Hemos hecho el mismo recorrido físico que Jesús –comentó Pizzaballa-. No se puede leer la entrada de Jesús en la Ciudad Santa sin completarlo e iluminarlo con el relato de la Pascua. Entonces también nosotros entramos en la Pascua con Jesús. El administrador apostólico habló también del amor de los cristianos por la Ciudad Santa: «Queremos decir y proclamar con determinación que somos parte de esta ciudad, que está en el origen de nuestra fe y conserva nuestra historia cristiana».
Con información (Beatrice Guarrera) e imágenes (Nadim Asfour) de Custodia de Tierra Santa.