Como en medio mundo, en Tierra Santa las autoridades han impuesto un confinamiento para limitar los efectos de la pandemia. Esto ya ha supuesto un problema desde el punto de vista religioso, habiéndose celebrado una Semana Santa sin fieles única en siglos. También lo es desde el punto de vista económico y social sobre todo para los cristianos, dado que viven en buena medida de unas peregrinaciones que ya no se producen.
Para paliar en lo posible la situación de necesidad en la que muchos se encuentran, diversas organizaciones cristianas se están movilizando en el reparto de ayuda.
En Jerusalén, voluntarios del Emergency Group distribuyen 150 comidas al día a los ancianos de la Ciudad Vieja que no pueden procurárselos al no poder salir ni disponer de medios. «Apelo a Dios y os digo a todos: no tengáis miedo, porque Jesucristo nos da la fuerza, el espíritu y la voluntad de no tener miedo», dice Sabah Mansour, miembro del grupo.
En Belén, esa solidaridad se puso de manifiesto de forma especial el Domingo de Ramos, con un reparto de palmas para llevar un poco de consuelo en una celebración que normalmente es festiva y este año no podía serlo, al menos exteriormente. Veinticinco jóvenes católicos y de otras comunidades cristianas repartieron 617 paquetes de alimentos.