Cada vez hay menos cristianos armenios en Tierra Santa, y eso es una pérdida importante para la tradición y la historia y la riqueza cultural y religiosa del país. En 1967 había unos 4.000 armenios en Jerusalén, pero ahora apenas hay 1.500.
“Mucha gente emigró para no volver, sobre todo a Estados Unidos o Canadá”, afirma Garo Sandrouni, ceramista del barrio armenio, en unas declaraciones a Joan Mas Autonell, periodista de agencia Efe.
La Iglesia armenia es, en cierto sentido, la más antigua de Tierra Santa. Armenia fue el primer país -el primer gobierno- que asumió el cristianismo como religión de Estado. Sucedió en el año 303 cuando el rey Tiridates III de Armenia se convirtió al cristianismo, estableció la fe cristiana como la oficial y designó a Gregorio I el Iluminador como Katolicós (máximo jerarca de la nación armenia).
En el siglo VI, la Iglesia armenia se separó de la Iglesia universal al no aceptar textos del Concilio de Calcedonia (del 451 d.C) al que no habían podido enviar delegados debido a una guerra. En el fondo del problema había malas traducciones de los textos. Hubo intentos de reconciliación con Roma en el siglo XII que no cuajaron.
Los católicos de rito armenio, una minoría dentro de otra
En el s.XV, con el Concilio de Florencia, nació la Iglesia católica armenia, fiel a Roma pero de tradición y liturgia armenia.
Esta Iglesia católica armenia, presidida desde 2015 por el Patriarca Gregorio Pedro XX Ghabroyan, cuenta hoy con una veintena de obispos y unos 200.000 fieles, la mayoría en Norteamérica, en Argentina y en Francia. Solo son unos 500 los que viven entre Israel, Palestina y Jordania. Otros 4.500 vivían en Damasco antes de la Guerra de Siria. Son una minoría (católicos), dentro de otra (armenios), dentro de otra (cristianos).
Y luego está la Iglesia Armenia apostólica, que declara tener unos 9 millones de fieles, la inmensa mayoría en Armenia (país de sólo 3 millones de habitantes), y muchos otros repartidos por Oriente Medio, América y Europa. Pero en Tierra Santa son pocos. En 2015 se calculaban en unos 10.000 en todo Israel, a los que habría que sumar los de Jordania y territorios palestinos. Los 1.500 de Jerusalén se concentran en el Barrio Armenio de la Ciudad Vieja. Otras comunidades están en Jafa, Haifa y Nazaret.
George Hintlian, historiador y exsecretario del Patriarcado armenio de Jerusalén, enumera a Efe los poderes que han gobernado a los cristianos armenios en Tierra Santa en estos 17 siglos. Romanos, bizantinos, árabes, cruzados, mamelucos, otomanos, el Mandato Británico, Jordania, la actual Israel…
“Este es un sitio difícil, tenemos que mantener un cierto equilibrio político sin ser hostiles, pero tampoco vulnerables. Nos volvimos muy duros para defender nuestros derechos”, explica Hintlian desde el monasterio armenio de la Ciudad Vieja, que es, asegura, uno de los conventos conservados “más antiguos de Tierra Santa”, explica Hintlian.
El núcleo armenio de Jerusalén
«En el convento -donde reina una calma que diluye el ajetreo de las calles de alrededor- viven unas 500 personas, tanto religiosos como laicos. A ellos se suman unos mil armenios más en calles de alrededor, pero cuya vida gira en torno al monasterio, centro civil de la comunidad, con escuelas y un seminario religioso», detalla Efe.
La Iglesia armenia es, junto a los greco-ortodoxos y los franciscanos, una de las comunidades que comparte la custodia del Santo Sepulcro de Jerusalén y de la Basílica de la Natividad de Belén. Los clérigos armenios, con sus túnicas negras y sus distintivas capuchas puntiagudas, se ven cada día oficiando el culto en estos Santos Lugares.
“Es un gran honor estar aquí, somos protectores y guardianes de la tradición cristiana y de los derechos armenios en Tierra a Santa”, dice a Efe Seryozha Petrosyan, diácono de 28 años en la comunidad armenia de la Natividad, en Belén.
«Israel nos trata como a palestinos»
Hintlian explica que como otros cristianos, en el marco del conflicto entre israelíes y palestinos, los armenios sufren “parte de los daños colaterales”, pese a “no ser blanco directo de ningún lado”, asegura.
Cuando Israel ocupó la parte de Jerusalén que correspondía a Jordania, confiscó tierras armenias e impidió permisos para construir. “Si se trata de burocracia, Israel nos trata como palestinos”, afirma el historiador, que señala que la mayoría de armenios no tiene ciudadanía, sino permiso de residencia permanente, el mismo estatus que la población palestina de Jerusalén.
Parte de los armenios jóvenes sí han conseguido la nacionalidad israelí. Uno de ellos es Harout Baghamian, jefe del Comité Armenio de Jerusalén. Esta entidad pide a Israel que reconozca el genocidio armenio a manos de los turcos a inicios del siglo XX. Israel no lo ha hecho todavía.