El padre David Neuhaus, de 54 años, no renuncia a su identidad judía, a pesar de que es jesuita y vicario del patriarca latino de Jerusalén. Es judío, obviamente, salvo en la religión, como explica a Tazpit Press Service. En todo lo demás… "soy uno de ellos", confiesa.
Por eso este Jueves y Viernes Santo han supuesto para la pequeña comunidad católica de habla hebrea cierta "esquizofrenia", explica, pues este año ambas fechas coincidieron con la fiesta del Purim de los judíos: "Nuestros niños se disfrazaban durante el día [para el Purim, con cierto aire de carnaval] y venían a las oraciones durante la noche [para los oficios]".
Diez años de espera
La conversión del padre Neuhaus tiene su historia. Nació en una familia de judíos alemanes refugiados en Sudáfrica, "vagamente tradicionales" y "no muy practicantes". Siendo niño asistió a las escuelas judías, y cuando cumplió los 15 años estuvo tres meses en Israel aprendiendo hebreo. Ese viaje cambiaría su vida en un sentido muy distinto al previsto.
En efecto, a David le interesaba mucho la historia de la Rusia zarista, y localizó a un aristócrata ruso exiliado del comunismo que vivía en el monasterio del Monte de los Olivos. Tenía 89 años y padecía parálisis, pero habló con el joven durante tres largas horas.
"Era la persona más feliz que había conocido nunca", recuerda el padre Neuhaus, quien evoca que el anciano le transmitió que vivía del amor a Cristo: "Fue mi primer encuentro con una persona de Jesús, y eso me impactó".
El padre Neuhaus, con el padre franciscano Artemio Vitores, de la Custodia de Tierra Santa.
Cuando volvió a casa les dijo a sus padres que quería ser cristiano. "¿Cómo puedes unirte a ellos después de lo que nos hicieron?", le cuestionaron. Se comprometió a esperar diez años antes de convertirse, para encontrar una respuesta.
Y debió encontrarla, porque se bautizó en Jerusalén en 1988 (cumplió, pues, su promesa de esperar) y se ordenó como sacerdote jesuita en 2000.
Pocos conversos
Ahora, como primer asistentes del patriarca latino de Jerusalén, visita a todas las comunidades católicas en Tierra Santa de lengua hebrea o rusa. La forman sobre todo familiares cristianos de judíos israelías e inmigrantes africanos. "Conversos hay muy pocos", aclara.
Durante la Semana Santa ofició en la basílica del Santo Sepulcro y en el Jardín de Getsemaní. Y admite que en ocasiones también acude a visitar la sinagoga: "Soy un cristiano que cree en Jesús, así que acudo a las sinagogas donde saben quién soy, para que no lo consideren una burla".
"Como católicos", concluye, "estamos llamados a mantener unas intensas relaciones con el pueblo judío".