El domingo 10 de enero, los franciscanos de la Custodia se desplazaron hasta Jericó para conmemorar el bautismo de Cristo. Con el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, a la cabeza, franciscanos y peregrinos se dirigieron en primer lugar a la pequeña parroquia latina del Buen Pastor. El custodio fue recibido por las autoridades locales y distintos representantes de los consulados de España, Italia, Francia y Bélgica.
Las palabras de fray Mario Hadchiti inauguraron la serie de discursos en el gran jardín del convento. Fray Mario insistió en la calurosa relación entre cristianos y musulmanes en Palestina y, sobre todo, en Jericó. A su vez, el custodio subrayó la importancia de tal relación, recordando que este día es un día muy importante para los cristianos en el que se conmemora el bautismo de Cristo, pero también la renovación de las promesas bautismales de todos los cristianos.
En el mismo lugar y con el mismo agua que Cristo
Los autobuses se dirigieron después en dirección a las orillas del río Jordán. Según la tradición cristiana, el bautismo de Jesús (Mt 3, 13-17) tuvo lugar en el río Jordán, al norte del mar Muerto y al este de Jericó. El sitio, limítrofe con Jordania, se encuentra en una zona militar rodeada de campos de minas. La zona rehabilitada fue abierta en 2011 al público por el Ministerio de Cultura israelí para facilitar la visita de los peregrinos.
La procesión desde el monasterio greco ortodoxo, situado sobre el sitio Qaser al Yahud, hacia la orilla se realizó a gran velocidad. Delante, los religiosos cantaban solemnemente Lauda Ierusalem; detrás, las distintas parroquias palestinas cantaban a voz en grito y batían las palmas, alternando cantos dedicados a Cristo y a la Virgen María.
Conjugando el árabe y el italiano, la misa estuvo presidida por el custodio, reuniendo a un gran número de fieles llegados de las distintas parroquias del país, con algunos autobuses procedentes de Galilea y un pequeño número de peregrinos del resto de países del mundo. «Somos afortunados al celebrar el bautismo de Cristo en el mismo lugar en que ocurrió», dijo fray Mario en su homilía.
«Hemos nacido en un momento y una época concretos, pero el bautismo es un renacimiento. Es el comienzo de un camino hacia la vida eterna, según nos enseñó Nicodemo». El fraile en su homilía ha recordado que la oración es el único medio para hacer crecer la semilla plantada en nosotros en el momento del bautismo, subrayando que, en este año consagrado a la misericordia por el Papa, el cristiano debe abajarse como Juan el Bautista.
Tras la homilía, los fieles renovaron sus promesas bautismales y dos niñas de la parroquia latina de Jericó fueron bautizadas con agua sacada directamente del río Jordán, más abajo del altar. Las niñas recibieron los nombres de María Alfonsina y Mariam Bawardy, en honor a las dos santas palestinas canonizadas el año pasado.
En el lugar de las tentaciones de Cristo
Concluida la misa, la comunidad franciscana volvió a tomar el autobús para volver a Jericó. Fue necesario subir, un paso tras otro, el empinado sendero rocoso hasta el monasterio greco ortodoxo de la Cuarentena, construido en el flanco de la montaña. Desde el siglo IV, los cristianos han honrado este lugar como el lugar de las tentaciones de Cristo. En la puerta del convento los frailes leyeron el evangelio y se han recogido en oración unos minutos antes de visitar el monasterio y contemplar el vasto panorama que se extiende desde Jericó al valle del Jordán y los montes de Moab.
Los fieles de la parroquia de San Salvador y los de la de Jericó se unieron a los frailes para compartir un exquisito almuerzo en el jardín del convento del Buen Pastor, rodeado de árboles frutales.