El padre Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, envió su tradicional mensaje de Navidad desde la gruta de Belén, «el lugar en el que nació el niño Jesús, el Hijo de Dios convertido en niño«.
«En Navidad nosotros celebramos el gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios», explicó: «Dios se hace Niño, se hace uno de nosotros, se hace nuestro hermano para dar inicio a una nueva humanidad, en la que solo hay hermanos y hermanas«.
Y se encarnó «en la noche del mundo, en la oscuridad de nuestra miseria humana«, para hacernos mirar a un niño que nace «desnudo e indefenso» y tiene hambre, como cualquiera de nosotros: «María lo lava, lo envuelve en pañales para protegerlo del frío del invierno, luego lo abraza y lo amamanta con su seno, finalmente lo pone en el pesebre bajo la mirada maravillada de San José«.
El padre Patton confiesa que representarse esa escena le emociona y le hace «sentir la necesidad de doblar las rodillas y adorar a ese niño».
Pero la Navidad, continúa, es «mucho más que eso».
Porque lo que nos recuerda ese niño es que, para celebrar «de verdad» la venida al mundo de Jesús, hay que estar dispuesto a «doblar las rodillas y acogerlo cuando se presenta en el misterio del pobre, en el misterio del pequeño, en la persona concreta de quien no tiene hoy ni una gruta donde refugiarse, ni un poco de paja para recostarse, ni el calor de un afecto para sentirse en casa».
El padre Patton concluye su mensaje invitándonos a situarnos en la Nochebuena en la gruta de Belén, ante el pesebre y el Niño, y ponernos en camino como hicieron los pastores y los Reyes Magos: «Hazte peregrino, para venir a adorar al Niño Jesús. Para que en esta Navidad, el Niño de Belén, Jesús, pueda devolvernos un poco de auténtica humanidad«.