San Hilarión de Gaza es uno de los grandes padres de la vida monástica y fundó en el siglo IV uno de los que es considerado monasterios más antiguos de toda Tierra Santa, en un lugar, muy cerca de Gaza, en la que llegó a tener varios miles de seguidores como atestiguan también los restos arqueológicos encontrados en 1999 y con los cuales siguen trabajando hoy en día.
El ministro de Turismo y Antigüedades de la Autoridad Nacional Palestina, Mohamed Abdel Gawad, explica a la agencia EFE que Hilarión «en sus paseos por el desierto del Sinaí, conoció a Antonio, quien le educó en la cristiandad y al volver a Gaza fundó este lugar donde comenzó a difundir la religión cristiana en Palestina».
Hilarión nació en una Gaza pagana y siendo aun menor se fue a estudiar a Alejandría donde –según San Jerónimo- “llegó a ser muy versado en el arte de hablar”. Fue precisamente allí donde oyó hablar de la figura de Antonio Abad y lo buscó en su retiro por el desierto. Dos meses con él le cambiaron para siempre y, así, la historia cristiana de Palestina.
De vuelta a su tierra repartió todas sus pertenencias entre los pobres y en el año 306 levantó una choza cerca de Maiuma, un lugar estratégico atravesado por la Via Maris, emblemática ruta comercial que unía Egipto con Mesopotamia, y transitaban comerciantes y peregrinos. Su vida ermitaña atrajo a obispos, presbíteros, clérigos, monjes y hasta nobles damas, cuenta San Jerónimo.
Aunque en esta zona palestina, controlada ahora por los islamistas de Hamás, sólo viven ahora unos 900 cristianos, en aquel momento se convirtió en un lugar de gran importancia en el ámbito cristiano. De hecho, en el yacimiento de Tell Um el Amr se puede observar cómo era la vida de los cenobitas y cómo Hilarión pudo llegar a estar rodeado de casi 5.000 seguidores.
De este modo, EFE cuenta como las cinco iglesias, los complejos de baños, santuarios y mosaicos geométricos desenterrados en el yacimiento de 14.500 metros cuadrados abarcan más de cuatro siglos, desde el Imperio Romano tardío hasta el Califato Abasí (IX).
En esta reconstrucción, afirman las autoridades, se cree que en la fuente que daba inicio al recorrido se situaba el sacerdote para dar la bienvenida a monjes y peregrinos que disponían de habitaciones y cocinas, como muestra el horno de piedra también conservado. Los muros que rodeaban el monasterio y erigían los templos están siendo hoy reconstruidos para recuperar el esplendor que llegó a tener este epicentro monástico de columnas de mármol.
Paradójicamente Hilarion terminó escapando de la veneración que había creado y, al final de su vida, buscó de nuevo la soledad por el desierto hasta llegar a Chipre, donde murió. «Se cree que sus discípulos trajeron el cuerpo y lo enterraron aquí. Pero, desafortunadamente, no hemos encontrado el féretro, que pudo ser robado o desapareció», lamenta Abdel Gawad. Solo una pequeña pieza de ataúd apareció durante estas excavaciones que buscan recomponer la historia y desvelar el mayor de sus misterios: la tumba del primer monje palestino.