Para la Iglesia, la Virgen María es el Arca de la Nueva Alianza, la que llevó en su interior a la Palabra de Dios encarnada y al verdadero Pan del Cielo que es Cristo, igual que el Arca de la Antigua Alianza llevaba los Mandamientos de la Ley, restos del maná del desierto y la vara sacerdotal de Aarón.
A dieciséis kilómetros de Jerusalén, en la colina de Kiryat Yearim, hay un espacio donde se considera que fue donde se mantuvo 20 años el Arca de la Alianza como símbolo de la cercanía de Dios al pueblo. Allí se construyó hace 100 años, con ayuda de Francia, una iglesia, el templo de Nuestra Señora del Arca de la Alianza. El templo ha estado dos años cerrado por reparaciones, pero este 31 de agosto celebró su reapertura.
A la dedicación del nuevo altar y fiesta centenaria acudió el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, con Bolous-Marcuzzo, obispo emérito, Laurent Ulrich, arzobispo de París y una delegación de obispos, junto con Nicolas Kassianides, Cónsul General de Francia en Jerusalén. Acudieron cientos de fieles de la diócesis de Jerusalén a este lugar mariano especial.
La iglesia está encargada a las religiosas de San José de la Aparición, una congregación de origen francés, que la presencia francesa en Tierra Santa cuida y atiende.
Pizzaballa bendijo al inicio la puerta, que tiene 100 años pero ha sido renovada con el símbolo de la zarza ardiente y la resurrección.
Pizzaballa predicó a favor de la paciencia, virtud mariana. «María nos enseña a entrar en el tiempo de la gestación, un tiempo de paciencia, silencio y espera. Las cosas del hombre se hacen en un instante, las cosas de Dios toman tiempo y llegan lentamente: es necesaria una larga gestación para que nazca lo nuevo», explicó.
Las reliquias que se colocaron en el altar del templo son de:
– Santa Émilie de Vialar, fundadora del Instituto de San José de la Aparición,
– Santa Mariam Bouardy, palestina, amiga íntima de Sor Josefina Rumèbe, fundadora del santuario,
– el Papa Pío X, que era Papa cuando se estableció este templo.
El rito de dedicación de un templo es siempre sugerente. Se ungió con aceites, se vertió incienso y las Hermanas de San José de la Aparición adornaron el altar con lino, flores y vasos sagrados en preparación para la Misa.
Según la Biblia, ese lugar (si fue el Kiryat Ya’arim bíblico) fue un centro de culto pagano, cananeo, donde se guardó el Arca de la Alianza después de una plaga en Bet Shemesh, antes de ser trasladado a Jerusalén.
Los arqueólogos encuentran allí muchas cosas. El faraón egipcio Shishaq lo conquistó en el 925 aC y en época romana hubo un destacamento militar cerca. Los cruzados construyeron allí una iglesia sobre el manantial en la cima de la colina.
En 1903, Francia compró el sitio, y en 1924, se construyó un monasterio y una iglesia dedicados a Notre Dame De L’arche D’alliance (Nuestra Señora del Arca de la Alianza). La iglesia presenta una escultura de María con el niño Jesús y un piso de mosaico del siglo V de una basílica bizantina. Las excavaciones arqueológicas realizadas entre 2017 y 2019 revelaron grandes muros de contención del siglo VIII antes de Cristo, lo que sugiere que Kiryat Ya’arim era un importante centro de culto. Las inscripciones romanas dentro de la iglesia indican una presencia romana entre los siglos I y III dC.
El monasterio, mantenido por las Hermanas de San José de la Aparición, está abierto a los visitantes y ofrece vistas panorámicas de Jerusalén. Muchos lo visitan en el mismo día que acuden a la casa de Santa Isabel, el lugar del Magníficat, que está en la misma ruta.
Fotos de la ceremonia aquí en Facebook.