Sesenta y dos: es el número de días que Federica, de 21 años, pasó en Belén entre junio y agosto para dedicarse al servicio de los mas pobres. Dos meses pasaron en un instante, llenos de actividades, descubrimientos, reuniones, personas, experiencias, y ella no sabe por dónde empezar a contar.
“Hace unos meses fui a Tierra Santa por primera vez como peregrina. Fue un punto de inflexión en mi vida: abrí los ojos y el corazón a la vida y me di cuenta que esto era el estilo que deseaba adoptar. Quedé fascinada por lo poco que vi, y decidí que tenía que descubrir estos lugares más en profundidad. Quería conocer a la gente, su cultura y su vida cotidiana. He encontrado un buen momento en mi vida y volví".
Las "piedras vivas" de Tierra Santa
A través de su servicio voluntario, Federica quería acercarse a las “piedras vivas” de Tierra Santa, la gente que vive en los lugares que conservan la memoria y la identidad cristiana en esta tierra.
“Al principio fue muy difícil, sobre todo cuando pasaba la tarde ayudando en la residencia por ancianos. ¿Cómo podía interactuar? Poco a poco, y con la ayuda de algunas mujeres que traducían del árabe al inglés, ellas me abrieron a su mundo, lleno de recuerdos de la guerra del 48, de historias duras de familias lejanas, de sufrimientos por ver cambiar a su país. Las monjas y las enfermeras que cuidan a las ancianas son especiales: lo hacen todo de forma gratuita, con un amor extraordinario. Ayudar a estas mujeres no es tan sencillo: ayudar a los niños es una clara inversión en el futuro, pero para asistir a estas mujeres, que atraviesan la fase descendente de su vida, se requiere una gran generosidad".
Una pérdida con vistas al futuro
Federica también pasó su tiempo con los niños del Hogar Niños de Dios (un hogar para niños discapacitados) y a la escuela materna de hermana Marlaine. Con la ayuda de Reem, la maestra de la escuela, Federica pudo participar activamente en los juegos, en las actividades de enseñanza y en las canciones. “Es duro saber que muchos de estos niños crecerán lejos de su tierra, porque los padres intentarán buscar mejor suerte en el extranjero. Ellos suponen una gran pérdida para la comunidad de Belén“.
“Estas personas y sus historias me robaron completamente el corazón, y si al principio sufría por ellos, al final he sufrido con ellos. Ahora que regreso a mi casa quiero contarle a todos lo que viví en esta tierra, la gente y los amigos que conocí y sus historias. Porque al final de todo, ¡son las caras las que quedan impresas en la memoria!”