Hacia el año 600 a.C., al pequeño Reino de Judá (unos 50 x 60kilómetros de extensión) le quedaban pocos años de existencia. Con Jerusalén como capital, durante más de 3 siglos maniobró entre los vecinos filisteos, amonitas, moabitas y edomitas, y bajo la órbita de su vecino del norte, Israel, más rico y grande. Los arqueólogos creen que podía tener unos 120.000 habitantes.
En el sur del reino, en la frontera con Edom, había una fortaleza militar fronteriza, quizá con una guarnición de unos 30 hombres. Es el lugar arqueológico de Tel Arad. Los arqueólogos encontraron hace ya tiempo unas 100 óstraca (tejas y cerámicas con textos escritos), que dan datos de la distribución de provisiones entre las tropas antes de la invasión babilónica que destruiría el reino. Dan una valiosa información sobre la vida diaria en el ejército judío, y también valiosa información lingüistica.
Así debía ser la fortaleza de Tel Arad, en la frontera sur del reino de Judá
Ahora, un análisis de esas óstraca lleva a los historiadores a considerar que escribir y leer debían ser habilidades bastante comunes entre los oficiales del ejército, y por lo tanto entre las clases altas y técnicas del país. La idea de que en una fortaleza militar, por ejemplo, sólo sabía leer el escriba del lugar, parece descartable.
Algunas de las óstraca (cerámicas con textos) de Tel Arad, del año 600 a.C.
Esto es así porque repasando 18 textos en óstraca de Tel Arad, ahora se ha establecido que fueron escritos por al menos 12 autores distintos. Previamente se habían analizado con estimaciones algorítmicas que señalaban entre 4 y 7 autores. Pero cuando lo ha analizado un especialista forense en caligrafía (repasando también los datos algorítmicos) salen muchos más autores, según recoge un artículo en la revista Plos One.
«No estaba reservado a un dominio exclusivo de los escribas reales», ha afirmado a la agencia Efe el arqueólogo Israel Finkelstein. Al parecer, el arte de leer y escribir se había extendido por toda la jerarquía militar, hasta el intendente y probablemente incluso por debajo de ese rango. Y eso hace pensar que debía haber un sistema de maestros y alumnos, una estructura que difundía la lecto-escritura.
Todo esto hace muy plausible que en esta época, hacia el año 600, antes de la destrucción de Judá a manos de los babilónicos (en varias campañas del 597 a.C. al 582 a.C) estuvieran ya escritos los textos base de lo que los historiadores llaman la «tradición deuteronomista», los textos llenos de aventuras, héroes y batallas que hoy conocemos como Josué, Jueces, Samuel y Reyes, además de las leyes del Deuteronomio.