El Domingo de Ramos, mientras los cristianos de Tierra Santa descendían por el monte de los Olivos conmemorando la entrada mesiánica de Jesús en la ciudad santa, fray Basilio Kerop Talatinián marchó al encuentro con su Señor.
De fray Basilio nunca se ha sabido la fecha de su nacimiento. Nacido en Marash, Cilicia (la actual Turquía), fray Basilio sabía que había sido bautizado según el rito armenio el 10 de febrero de 1913, hace 102 años.
El genocidio armenio –del que se cumple el 24 de abril próximo el centenario- le condujo a él y a su familia por los caminos del éxodo. En Siria, tras el asesinato de su padre en presencia de toda su familia, la madre decidió volver a Turquía, donde murió de tifus. Los hermanos y hermanas vivieron solos en un orfanato americano en Marash.
En 1921, los armenios supervivientes del genocidio fueron expulsados de Turquía. Un nuevo exilio, una nueva marcha. A pesar de ello, uno de los tíos de fray Basilio siguió los pasos de sus sobrinos. Era un franciscano y le hizo venir a Belén en 1922. Educado en un orfanato de Belén, Kerop aprendió el oficio de zapatero. Más tarde entró en la Custodia franciscana y pronunció sus primeros votos en 1931. Sus formadores captaron rápidamente la capacidad intelectual con la que estaba dotado. A pesar de su reticencia, los frailes le hicieron estudiar y, a pesar de que él siempre insistió en su lentitud para la comprensión, en 1942 era ya Doctor en Derecho Canónico.
Educado por congregaciones latinas, fray Basilio siempre fue fiel a su pertenencia al pueblo armenio. Él, que apenas hablaba algunas palabras de turco al comienzo del genocidio, aprendió italiano y árabe con los salesianos. En el seminario menor aprendió latín y los rudimentos del francés. Durante los años de seminario en la Custodia, decidió aprender bien el armenio para ser fiel a sus propias raíces.
Enviado a Roma a estudiar, en 1938 fue ordenado según el rito latino. Bloqueado en Italia a causa de la Segunda Guerra Mundial, en varios ocasiones manifestó su deseo de volver a Palestina, y así se embarcó en un barco con supervivientes judíos, dirigiéndose a Haifa.
Por su profundo conocimiento de las Iglesias de Oriente, fue invitado como experto al Concilio Vaticano II. Fray Basilio realizó numerosas funciones dentro de la Custodia, de la que en dos ocasiones fue vicario custodial. Enseñó Derecho Canónico en Jerusalén alrededor de treinta años; también el Patriarcado se benefició de su competencia, siendo postulador de dos causas de santos, entre ellas la del franciscano Salvatore Lilli y sus compañeros (armenios) mártires en Siria.
Pero lo que le interesó más que otra cosa a fray Basilio fue la vida de fe. Con un carácter fuerte, unía la dulzura al cuidado de los detalles. Aunque ha estado durante muchos años en la enfermería, se mantenía siempre informado tanto de la vida de la Custodia como de la evolución de sus frailes franciscanos, sin olvidarse del resto del mundo y de sus hermanos, los cristianos de Oriente.
Cuando el patriarca Torkom fue acogido en la enfermería, donde vivió sus últimos días, fray Basilia iba todos los días a recitarle al oído los Salmos en armenio.
Lúcido hasta el último momento, se ha apagado, sereno, como una vela ya consumida. Durante su agonía, tuvo la fuerza para decir a un fraile que había ido a verle por la noche: «Ve mejor a dormir». Estaba preparado.
Por otra parte, la vela brilla de nuevo en miles de resplandores de alegría.
Adiós, fray Basilio.
Los funerales se celebrarán el martes 31 de marzo, a las 14.00 horas, en la iglesia de San Salvador. en Jerusalén.
Fuente: Custodia de Tierra Santa.