Pablo J. Ginés – Rubén Cabrera Rosique es sacerdote novato, recién ordenado, aunque es veterano en Tierra Santa, donde lleva 11 años formándose. Va a empezar su tarea sacerdotal en Zarqa, un pueblo al norte de Jordania, como sacerdote al servicio del Patriarcado Latino de Jerusalén, ordenado hace unas semanas por el Patriarca Pizzaballa (fotorreportaje en Facebook de la ordenación).
Rubén Cabrera nació en 1995 en Caravaca de la Cruz, Murcia. «Soy el sexto de ocho hermanos. Somos dos hermanas y seis hermanos. Mi madre, Raquel Teresa Rosique López es caravaqueña, hija del pintor y profesor murciano Don Blas Rosique, conocido en el pueblo y en la región. Mi padre, Juan Pablo Cabrera Forte, nació en Reus y vivió hasta los 18 años en San Carlos de la Rápita, Tarragona», explica.
Su madre entró en el Camino Neocatecumenal a los 16 años, y atrajo a su padre a él cuando se conocieron. En ese ámbito familiar Rubén recibió la fe: «los domingos rezando juntos Laudes, rezando antes de dormir y al levantarnos y llevándome a las eucaristías todos los sábados por la tarde». Para crecer en la fe le ayudó, dice, «el ejemplo de mis padres y el rezar junto con ellos cada noche antes de dormir y ese momento cada domingo de oración doméstica, donde podíamos hablar y contar nuestros problemas y donde mis padres siempre nos daban una palabra de fe».
El único católico practicante en clase
Aunque Murcia figura en las estadísticas como una de las zonas más religiosas de España, Rubén ya experimentó ser el único chico que practicaba la fe en su clase, en una escuela aconfesional. «Eso me llevaba a debatir con los no creyentes, por qué me comportaba de una forma u otra. Incluso tuve profesores de Filosofía que cuestionaban mis creencias: me tocaba defenderme o callarme».
A los 14 años pasó una época difícil y también con dudas de fe. Le acosaban en la escuela, en casa no se sentía amado y estaba en crisis. «Dudaba de la existencia de Dios, ese Dios que mis padres me habían tanto hablado, que era un Dios que me amaba: no veía ese amor en mi entorno», recuerda.
Lo que le ayudó fue empezar a participar en las catequesis del Camino Neocatecumenal, empezar a vivir la fe en comunidad. «En esa comunidad me encontré con el amor de Dios que no veía, a través de los hermanos, de los sacramentos, y concretamente del sacramento de la penitencia».
Una invitación: luchar contra el Dragón
Cuando llevaba un año en el Camino, acudió a Fátima en 2010, a una peregrinación con motivo de la visita de Benedicto XVI. «Hubo un encuentro vocacional con Kiko Argüello, Carmen Hernández y el padre Mario, iniciadores del Camino Neocatecumenal. Kiko anunció el kerygma con mucha fuerza y me sentí tocado por el Señor, que me llamaba para algo más grande. Kiko hablaba de Apocalipsis 12, de la batalla contra el demonio y que a quien sintiese la llamada al sacerdocio, el Señor le llamaba a luchar directamente contra ese Dragón. Yo venía de estar encerrado en mi habitación leyendo libros de fantasía, un mundo en el que soñaba en ser un héroe que destruye al Dragón y salva a la princesa. Y Dios usó ese lenguaje para llamarme. Tenía 15 años, así que seguí mi camino de fe discerniendo con mis catequistas y hermanos».
En una convivencia con otros seminaristas y Kiko Argüello en Italia en 2013, sintió que Dios le llamaba a perseverar hacia el sacerdocio «pero lejos de mi tierra. Es por eso que mi rector me propuso cambiar de seminario y me enviaron al Seminario Redemptoris Mater de Galilea, dónde he estado 11 años».
En el seminario en Galilea
El Seminario Redemptoris Mater de Galilea tiene sacerdotes de muchos países, pero están incardinados en la iglesia local (al servicio del Patriarca de Jerusalén) aunque a disposición para evangelizar «en los países de Oriente Medio y de todo el mundo». «Recibimos las clases en el mismo seminario, porque es también sede del Studium Theologicum Galilaeae que es una afiliación con la Universidad Lateranense de Roma. Los profesores son profesores de todo el mundo, laicos y presbíteros, que vienen a dar clases y aparte tenemos profesores estables que viven con nosotros en el seminario o cerca del mismo», explica.
Físicamente, el lugar del Seminario es la Domus Galilea, en Galilea, a orillas del lago de Tiberíades, en la carretera que antiguamente unía Korazim y Cafarnaum. «El idioma oficial de la Domus es el italiano, pero hay un grupo de seminaristas que estudian el hebreo para poder acoger a los hebreos que vienen a visitar la casa. La casa se mantiene por las donaciones de amigos benefactores y por los hermanos que vienen a visitarla y pasan unos días allí que pagan su estancia», detalla Rubén Cabrera.
Además de los seminaristas, en la Domus Galilea hay hermanos en misión, familias en misión, hermanas consagradas… Se ejerce la hospitalidad de peregrinos, se rezan las horas del oficio, se hace lectio divina, misa diaria, visitas a Santos Lugares… El rector de la casa es el sacerdote italiano Rino Rossi, y el vicerrector es el sacerdote peruano Armando Medina Vargas. La casa intenta también ser un puente de conexión de los cristianos con los judíos y árabes locales.
Allí Rubén se formó con compañeros españoles e hispanoamericanos (los hay de Colombia, Perú, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica etc…). «Los clérigos españoles que sirven en Tierra Santa suelen ser de algún movimiento de la Iglesia», explica. «Actualmente en Tierra Santa está trabajando el Verbo Encarnado, los Legionarios de Cristo, el Opus Dei…» Además de los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, que siempre incluyen algunos españoles e hispanos.
Una parroquia de Jordania: desempleo, refugiados, universidad…
Rubén va a servir ahora en la parroquia de Zarqa, al norte de Jordania, una población que nació como una base militar y que hoy tiene una gran universidad gubernamental en las afueras. «Es una zona de ingresos medios a bajos, que cuenta con trabajadores calificados y no calificados, la tasa de desempleo es alta. Hay muchos refugiados que han llegado de otros países en años recientes», detalla.
La parroquia nació en 1956 y se fue ampliando con salones parroquiales, oficinas y un edificio escolar que hoy tiene veintitrés salas, una biblioteca, un laboratorio de ciencias, un laboratorio de computación y una sala de música. «Frente a la entrada de la escuela, al otro lado de la calle, hay un excelente centro médico, dirigido por monjas, que atiende las muchas necesidades médicas de la comunidad. Las monjas también tienen un taller de costura, bordado y confección de vestiduras litúrgicas, que venden en su tiendecita«, explica Rubén.
La parroquia cuenta con unas 350 familias de árabes cristianos, de todas las clases sociales, «pero domina más la pobreza y la discriminación por ser una minoría, por eso quien tiene oportunidad emigra», añade.
Los parroquianos árabes están bastante acostumbrados a tener sacerdotes europeos. A veces les impresiona. «Muchos de ellos quieren emigrar a Europa y que un español deje su tierra por ellos, les llama mucho la atención. Por eso, siempre me he sentido muy acogido por ellos y muy amado, también porque ellos saben que su idioma no es fácil y haberlo aprendido lo aprecian enormemente. De hecho, se suelen abrir más con un presbítero extranjero que con el párroco árabe, porque se sienten más libres», añade.
Aprendiendo de la obra de Tolkien
Rubén, que se sintió llamado a luchar contra el Dragón, como San Jorge, caballero cristiano, muy venerado en Tierra Santa, es un apasionado de la obra de J.R.R.Tolkien y El Señor de los Anillos. «Tolkien transmite el mensaje de que las personas pequeñas y débiles son las protagonistas, que no se juzgue a aquel que cae en la tentación del Anillo (como Boromir), y en la insistencia y acompañamiento del mago Gandalf he visto siempre un reflejo de la Iglesia. También me ayuda ver que el protagonista no está nunca solo, todo puede hacerlo gracias a la comunidad».
Una escena que le inspira es la confianza de los cuatro hobbits con el misterioso guía desconocido en el que tienen que confiar en la posada de El Poney Pisador. «Ese tener que fiarse del perfecto desconocido siempre me ha recordado a esa compañía silenciosa que Cristo tiene con nosotros, saber reconocerlo como nuestro guía y defensor». Le gusta cómo lo explica Diego Blanco en su libro Un Camino Inesperado: «Aragorn es un perfecto desconocido y va a guiar a los hobbits al igual que el Espíritu Santo es un perfecto desconocido para ti y para mí, y nos va a guiar por un camino perfectamente desconocido […] Aragorn es Cristo caminando junto a los discípulos hacia Emaús. Discípulos que no saben quién es el que les acompaña, porque no se muestra tal y como es, pero que sin duda es el que es».
«Yo pasé mucho tiempo encerrado en mis libros y juegos. Las películas de El Señor de los Anillos y más adelante los libros, no entendía porqué, me dejaban un sabor de boca diferente al resto». Leer el libro de Diego Blanco le ayudó a profundizar en Tolkien, el Cardenal Newman, Chesterton, C.S. Lewis…
«Hoy, como sacerdote, me ayudan las obras de estos autores en mi vida personal y mi misión. Tolkien, en El Señor de los Anillos, creo que nos enseña que el problema profundo del hombre es el Anillo, el miedo a la muerte, y tenemos que llevarlo al fuego de nuestro bautismo. Y que en nuestra aventura no estamos solos».